A un nivel mínimo, el cosmos proporciona una cierta perspectiva sobre nuestros problemas, provincianos y creados por los humanos, ya sean sociales o políticos. La naturaleza está organizada de maneras mejores, de las que podemos aprender. El amor por la naturaleza puede hacer que nos unamos y que nos ayude a apreciar que somos parte de algo mucho más grande que nosotros. El sentido de pertenencia, de responsabilidad y de causa común, conlleva humildad, compasión y sabiduría. Con demasiada frecuencia, la sociedad se ha contentado con vivir de los frutos de la ciencia, sin tratar de comprenderla. Con demasiada frecuencia, los científicos se han sentido felices cuando se les ha dejado solos para hacer su ciencia sin pensar por qué la están haciendo. Ya es hora de conectar nuestra ciencia a nuestra humanidad, y al hacerlo elevar las perspectivas de ambas. Sólo con que pudiéramos conectar nuestra inteligencia a nuestros corazones, las puertas se abrirían de par en par a un futuro más brillante, a un planeta más unificado con ciencia más unificada: a tecnologías cuánticas que extienden nuestra percepción, a descubrimientos que nos permitan acceder a la energía y utilizarla de manera más inteligente, y a los viajes espaciales que abrirán nuevos mundos.
Este es un párrafo de El universo está dentro de nosotros. Del cuanto al cosmos, escrito por Neil Turok y publicado por la editorial Plataforma. El que hemos escuchado es el canto final de esta obra que yo calificaría como “humanismo cuántico“.
Escrita por un físico-cosmólogo de origen sudafricano afincado en Canadá, nos desvela los principales entresijos de la Física cuántica y nos guía a través de los intentos de comprender el universo por medio de una sola ecuación matemática. No debe esto asustar a nadie, porque el camino es gozoso. Partiendo de los filósofos griegos y continuando por los grandes visionarios de la ciencia –Galileo, Newton, Maxwell, Planck, Bohr– vamos viendo cómo la luz se ha hecho camino hasta llegar a nuestros días y alumbrar tanto lo infinitamente pequeño, como lo más inmenso del universo con sus catorce mil millones de años. Dice el autor que “somos seres analógicos que vivimos en un mundo digital y que nos enfrentamos a un futuro cuántico”. También recoge, y esto marca el espíritu de la obra, el dicho de aquel humorista que decía que vivimos en un mundo maravilloso, pero en el que nadie es feliz.
Por tanto, lo más reseñable, y lo que más se agradece en esta obra, es la integración de la ciencia con la filosofía y con un profundo humanismo. El futuro está en nuestras manos y el autor, procedente de una familia militante anti-apartheid no olvida, resalta, el gran papel que las sociedades emergentes y los científicos, africanos en particular, deben de jugar durante este siglo.
Nada está garantizado sobre nuestro futuro, las herramientas para ello son y serán todavía más formidables, entre ellas los ordenadores cuánticos, en nuestra mano está utilizarlas con, como dice Turok, “humildad, compasión y sabiduría“. Gozosa y enriquecedora lectura la de esta obra, recuerden: El universo está dentro de nosotros. Neil Turok. Plataforma.
Jokin Aldazabal
