El comictario. Las migajas de Peeters y Al Rabin

Allá por el año 2001, cuando el dibujante suizo Frederik Peeters asombró al mundo con su extraordinario cómic Píldoras azules, el aluvión de premios y elogios dejó en segundo plano otra obra que había publicado apenas tres meses antes, un vodevil de humor absurdo y surrealista, titulado Las Migajas, y que tuvo una tirada de solo 900 ejemplares. Aquel volumen de sesenta y cuatro páginas en un llamativo bitono dorado fue agotándose lentamente y, a pesar de las buenas críticas recibidas, nunca volvió a reeditarse. Nunca… hasta ahora, gracias a la editorial vasca Astiberri que cuenta en su catálogo con toda la obra de Frederik Peeters.

Los seguidores de este gran autor encontramos en Las Migajas su dibujo inconfundible, aunque el guión, obra del también suizo Ibn Al Rabin, choca poderosamente con el tono intimista y profundo que caracteriza el trabajo de Peeters. COMIC Las migajasEn esta historia los protagonistas son un barón y un conde, unos gemelos convertidos en siameses y una rubia “despampanante“, cabezas visibles de un grupo que tiene como objetivo hacerse con el poder en Liechtenstein y convertir a este pequeño país europeo en una superpotencia. En concreto, que deje de ser “una migaja de país, una pregunta de trivial pursuit, un chascarrillo de crucigrama, un motivo de suspenso en el examen de ortografía“, según palabras del propio barón. Para hacer realidad este plan imposible cuentan con la ayuda de un alquimista que supuestamente convierte el plomo en oro y con un encantador de vías que hace que las traviesas del ferrocarril se contoneen como una serpiente.

Todos viajan a bordo de un tren tirado por una locomotora de vapor. Han secuestrado el convoy y quieren llegar con él hasta la capital de Liechtenstein. En ese entorno cerrado, en los vagones o en la locomotora, que en algunos momentos parece el camarote de los hermanos Marx, se desarrolla una trama que es un sainete, una función de tono surrealista en la que los actores corren de un lado para otro, se enredan en diálogos tan absurdos como brillantes y hacen frente a situaciones complicadas, como la persecución implacable de un puñado de jinetes del pequeño estado de San Marino que ven una amenaza en las ambiciones expansionistas de nuestros conspiradores y que atacan el tren como forajidos del lejano Oeste.

En definitiva, un curioso divertimento que nos permite apreciar los destellos de un joven Frederik Peeters que forjó en este cómic el estilo de quien ya es uno de los grandes del noveno arte.

Iñaki Calvo

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