Las divertidas novelas negras de Jon Alonso

Al escritor navarro Jon Alonso, que ha publicado varias novelas, ensayos y cuentos, debemos agradecerle gracias a su trabajo como traductor, que podamos leer en euskera Historia del cerco de Lisboa, de José Saramago, por citar un título. Su anterior trabajo fue una novela negra ambientada en el mundo de la alta cocina, Zintzoen Saldoan. En esta nueva ocasión, Alonso regresa de la mano del mismo personaje: Enekoitz Ramírez, alias Lanbas, un ex miembro de ETA, ex preso, ex marchante de arte e investigador. En esta ocasión, se va a ver metido en una historia que vendría a ser una especie de El nombre de la rosa o Los crímenes de Oxford, con buenas dosis de metaliteratura, pero descacharrante, directamente gamberra en ocasiones.LIBRO Hiri hondakin solidoak

La historia arranca con Lanbas en la Plaza Nueva de Bilbao. La ciudad está llena de turistas que parecen atender a cualquier reclamo como por ejemplo fotografiarse con un tipo disfrazado de Resurreción María de Azkue que de repente se pone a gritar que no murió al caer al Nervión sino que le tiraron y que además le empujo Txillardegi. Pero, aunque la performance de Azkue será un elemento al que la trama vuelva, Lanbas está ahí porque ha quedado con el gerente de Euskaltzaindia. Este le informa de que han recibido varios anónimos amenazantes y de que lo han puesto en conocimiento de la Ertzaintza. El gerente le explica que en la comisaría no les han hecho demasiado caso y que por eso demandan sus servicios como investigador privado.

Lanbas, que es también filósofo diletante (lee cosas muy sesudas en la taza del váter) comienza la investigación. Por el texto de los anónimos amenazantes, parece que el remitente o los remitentes están muy en desacuerdo con los cambios de la academia, con la forma en la que trata la nomenclatura, con cierta rigidez. Nuestro héroe busca la opinión de un amigo escritor, un tanto desorientado, que se pone a analizar los anónimos en clave literaria llegando a asegurar que alguno está a la altura de los cuentos de Monterroso. En busca de más pistas, Lanbas regresará a la Plaza Nueva y se reencontrará con un antiguo amor, Ariadna, una periodista con la que formará equipo en esta investigación que tendrá estribaciones en la universidad.

La verdad es que la novela es divertidísima y se devora. Tiene escenas muy locas, como una final en la que sale Perurena, y diálogos hilarantes como uno sobre las gentes de la costa de Bizkaia. Sin duda, Alonso ha tenido que trabajarse mucho el texto pero mientras leía pensaba una cosa fundamentalmente: ¡qué bien se lo ha tenido que pasar escribiendo esto! Pero más allá del humor y del entretenimiento, Hiri Hondakin Solidoak encierra una reflexión de calado sobre la cultura vasca, el euskera y su pervivencia, sobre el papel de los creadores en nuestra sociedad, y también sobre los intereses del poder que a menudo poco tienen que ver con la búsqueda de la verdad.

Txani Rodríguez

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