Estoy seguro de que saben quién es Ernesto Mallo, el escritor argentino que recientemente ha visto publicada entre nosotros la serie del comisario Venancio Ismael Lascano, conocido como El Perro Lascano. Pueden encontrar la trilogÃa (Crimen en el Barrio del Once, El policÃa descalzo de la plaza San MartÃn y Los hombres te han hecho mal) en un volumen titulado El comisario Lascano. Si no conocen a Mallo deberÃan corregir ese defecto en su bibliografÃa. Pero estamos aquà para hablar de la cuarta novela de la serie, curiosamente una precuela titulada La conspiración de los mediocres.
La primera aventura de este peculiar policÃa argentino tiene lugar a finales de los años setenta, en plena dictadura de los milicos, la segunda en la transición entre aquella situación y el atisbo de la democracia, en la tercera Lascano ya no es policÃa, las presiones de sus superiores terminaron con su jubilación aunque la corrupción en el paÃs sigue siendo la misma. La serie aparentemente termina ahÃ, pero El Perro se resiste a desaparecer y por eso vuelve aunque sea a los tiempos anteriores a la dictadura, a los de Isabelita, perdón MarÃa Estela MartÃnez de Perón y de José López Rega y la Triple A, un tiempo no muy alejado y no muy diferente. Voy a hacer una única objeción a este texto: LASCANO parece más joven, más entusiasta, más enamoradizo, no parece que diez años después vaya a ser el tipo acabado del final de la trilogÃa. El resto, como siempre, estupendo.
Hay un cadáver, un misterio, una investigación, algo que mucha gente prefiere ignorar, de hecho es preferible apartar al Perro de ese caso porque ya se sabe que cuando Lascano muerde ya no suelta a su presa, e incluso a Venancio Ismael no le importa porque está enamorado y se va con su chica a disfrutar del buen tiempo y de los hermosos paisajes. Y mientras tanto la historia sigue y personajes reales aparecen por estas páginas (Armando Bo, Isabel Sarli, Marilina Ross) solo para dejar testimonio de lo que estaban haciendo en aquellos dÃas y retratar asà una sociedad oprimida por el poder, las dificultades económicas y la persecución polÃtica. Pero el destino de los héroes es cumplir su misión y nuestro protagonista no podrá eludirlo. Y no diré más.
Si conocen a Mallo sabrán que no está especialmente interesado en que el lector adormezca su cerebro ni siquiera en lo más elemental: saber quien habla en un momento y quien lo hace en el siguiente. Tampoco pone señales evidentes de lo que está pasando, quien lee deberá poner interés de su parte para que todo vaya encajando en su cabeza. Es tan estimulante la lectura por estos detalles como por la historia que se cuenta que tiene unas dimensiones perfectas, que discurre a una gran velocidad, que solo se detiene para cumplir con los preceptos del género y que llega al final cuando solo media docena de páginas antes no sabÃamos cómo iba a encajar todo aquello. Mallo ha vuelto a hacerlo. Seguramente insistirá otra vez o por lo menos eso queremos creer sus seguidores. Doy por sentado que saben todo lo que he contado. Si no es asà espero que se apresuren a comprobar si tengo o no razón.
Félix Linares