“La instrucción de la tarde en la sexta compañía tocaba ya a su fin, y los oficiales miraban el reloj cada vez más a menudo, con creciente impaciencia. Se hacían prácticas del servicio de guardia, con arreglo a las ordenanzas. Por toda la explanada estaban esparcidos los soldados: al pie de los álamos que bordeaban la carretera, junto a los aparatos de gimnasia, a la puerta de la escuela de la compañía, al lado de los blancos del polígono de tiro. Todo aquello eran puestos imaginarios, como la guardia del polvorín, de la bandera, del cuartelillo del retén o de la caja de la unidad. Pasaban los jefes de patrulla dejando centinelas; se hacían los relevos; los suboficiales inspeccionaban los puestos y comprobaban los conocimientos de sus soldados…”
Así, con esta enumeración de prácticas militares, comienza El desafío de Alexander Kuprin. Publicada en 1905, esta es una de las mejores novelas rusas de principios del siglo XX, y supuso el comienzo de la celebridad literaria de su autor. De la misma generación que Máximo Gorki o Iván Bunin, pero menos conocido que estos, Alexander Kuprin se inscribe más en la tradición de Tolstoi, cuya preocupación moral parece compartir. Kuprin sirvió en el ejército durante siete años, de ahí su profundo conocimiento del medio que describe en esta amarga novela, donde se narra con precisión y crudeza el embrutecimiento en que sume a los hombres la vida militar.
El joven subteniente Romashov resiste la monotonía cuartelera en una pequeña ciudad de provincias soñando con la gloria. Su secreta afición a escribir le hace verse a sí mismo como un héroe de novela. Sin embargo, la rutina le lleva a compartir con sus compañeros las veladas embrutecedoras en el casino de oficiales, regadas con abundante vodka, y las sórdidas aventuras amorosas o las visitas al burdel. A su pesar, es testigo de cómo los oficiales descargan su frustración y mediocridad sobre los reclutas, a los que tratan con extrema crueldad, llegando incluso a robarles la soldada o los suministros de sus hogares, tal es la impunidad de que gozan.
La única emoción profunda en la vida de Romashov, y la razón de que aún no haya dejado el ejército como le sugiere su amigo, el desengañado y alcohólico Nazanski, es su amor oculto por Súrochka, la esposa de otro oficial: mujer atractiva y ambiciosa, que tiene objetivos muy claros en la vida. Ella es la causante involuntaria del conflicto que dará lugar al desafío del título, con un final trágico y ambiguo, abierto a la interpretación del lector: uno de los mayores aciertos de la obra.
El desafío tiene, además, la virtud de mostrar las consecuencias fatales de una costumbre bárbara, reinstaurada en la milicia rusa desde 1894: la de los duelos por cuestiones de honor entre oficiales, de obligado cumplimiento si se quería continuar en la carrera. La sentida prosa de Kuprin, objetiva y profunda, consigue hacer apasionante su duro alegato contra el ejército. Nevski Projects, editorial especializada en literatura rusa, lanzó en 2011 la edición más reciente en castellano de esta espléndida novela que es El desafío de Alexander Kuprin.
Javier Aspiazu
