La maravillosa librería de Petra Hartlieb

Este es un libro maravilloso para todos aquellos a los que nos gustan los libros. Transmite una pasión contagiosa por los libros, por la lectura, por las librerías, por los libreros. Te da la sensación de que formas parte de un club selecto, amistoso, entrañable, acogedor, que lejos de estar a punto de desaparecer, está más vivo que nunca, y que va a sobrevivir, a seguir adelante por muchos años, porque son muchas las personas que están empeñadas en que las librerías no queden arrasadas por la nueva forma de consumir cultura, de leer.

Mi maravillosa librería es un libro que está escrito por Petra Hartlieb, una crítica literaria que trabajaba como periodista para la radio y para varios diarios. Hasta que se cruzó una posibilidad loca y lo abandonó todo. Su marido, Oliver, un alto directivo de una gran editorial alemana también lo dejó todo por esa aventura. Los dos vivían en la ciudad alemana de Hamburgo junto a un hijo adolescente, que Petra tuvo como madre soltera, y su hija de cuatro años. Un verano de hace ya varios años, mientras estaban veraneando en Viena en casa de unos amigos, los radiólogos, se enteraron de que se vendía una hermosa librería de barrio que tenía una gran clientela. Entre bromas y veras se acercaron a verla y entre bromas y veras decidieron hacer una oferta económica por ella. Para su sorpresa la oferta fue aceptada y no les quedó más remedio que endeudarse hasta las cachas para poder pagarla.

A partir de este momento, llegó el cambio totmi maravillosa libreria petra hartlieb.cdral. La familia no compra solamente la librería, sino el piso superior para utilizarlo como vivienda. Mientras se producen las obras de librería y vivienda no les queda más remedio que vivir con los radiólogos en un piso atestado e ir comiéndose los pocos ahorros que les quedaban. Oliver, por si acaso, va y viene de Hamburgo, trabajando a destajo para seguir ingresando un pequeño sueldo en la economía familiar. El hijo adolescente se niega a vivir en Viena, se independiza a los 17 años –gracias a la ayuda de unos amigos- y se queda a vivir y estudiar en Hamburgo. Y en la capital austríaca Petra tiene que empezar a echar a andar la librería y a contratar los primeros empleados: una vieja librera al borde de la jubilación que les echa una mano por horas y que sabe mucho de organizar una librería, una joven que no sabe nada de libros pero que tiene muy buena voluntad, un viejo librero que trabaja solo unas horas a la semana pero que alegra la vida de todo el mundo y una joven aprendiz que en sus ratos libres toda el bajo en una banda de Death Metal.

A pesar de la situación caótica, la librería sorprendentemente sale adelante porque las gentes del barrio (increíble, pero cierto: no nos imaginamos algo parecido por aquí) echan una mano porque están muy orgullosos de que su librería no se cierre y siga siendo un foco de cultura. Incluso un político, Robert, el consejero de distrito del Partido Verde, hará todo lo posible para que la librería, no olvidemos un negocio privado, pueda salir adelante. Delirium: todo el mundo parece que está dispuesto a ayudar a un librero en Viena. Y además “no pasa un minuto sin que haya clientes en la tienda”. Otro mundo.

De todas formas, si solo fuera esto, estaríamos ante un libro entretenido que nos habla de una aventura personal y hasta social interesante. Pero es que además el libro tiene una gran altura literaria, Petra Hartlieb narra muy bien, sus historias siempre son interesantes y sus reflexiones vitales sobre el entorno y sobre sí misma son verdaderas joyas. Y además el punto de vista que adopta, cercano, tierno, comprensivo con las flaquezas ajenas y propias, y sobre todo irónico, muy irónico –hay que saber reírse de uno mismo y de todo, incluidas las desgracias-, hace de esta lectura una placentera y divertida experiencia.

Me quedo con una reflexión de la autora sobre lo que debe ser una librería, que comparto al cien por cien y que desgraciadamente he visto pocas veces en nuestro entorno transformada en filosofía: “Una librería tiene que estar llena de libros, llena de gente y llena de libreros entusiasmados. De esta manera se gana menos, pero es bonito y, en general, divertido”. Me quito la boina.

Enrique Martín

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