El Tocho. Rojo y negro, de Stendhal

LIBRO Rojo y negroLa pequeña ciudad de Verrieres puede pasar por una de las más bonitas del Franco-Condado. Sus casas blancas con tejados puntiagudos de tejas rojas, se extienden sobre la ladera de una colina en donde unos macizos de vigorosos castaños acentúan las menores sinuosidades. El Doubs fluye a unos centenares de pies por debajo de sus fortificaciones, antaño construidas por los españoles y hoy en ruinas”.

Así comienza Rojo y negro de Stendhal, pseudónimo del escritor francés Henry Beyle, uno de los grandes maestros del realismo literario. Este napoleónico convencido y gran apasionado de la cultura italiana, se distinguió por introducir, en plena época romántica, una nueva forma de concebir la novela, más apegada a la realidad social y a la profundización en la psicología de los personajes.

Rojo y negro, publicada en 1830, es la primera de las grandes obras de Stendhal. Basándose en hechos reales, cuenta la historia del hijo de un carpintero, Julien Sorel, ambicioso y con grandes dotes para el estudio, que entra como preceptor de los hijos del alcalde de la imaginaria ciudad de Verrieres, el señor de Renal, a cuya esposa seduce. Tras una estancia en el seminario de Besançon para evitar el escándalo, y con la recomendación del abate Pirard, se convierte, ya en París, en secretario del Marqués de la Mole. Su hija, Matilde, cae también rendida al atractivo de Julien y queda embarazada. El conflicto surge cuando Madame de Renal, que sigue amando a Julien, denuncia a través de una carta la conducta de éste como una maniobra para escalar posiciones en sociedad. La reacción desesperada de Julien le llevará al desastre. Hasta ahí les puedo contar el argumento.

Por lo que se refiere al estilo Stendhal fue un innovador. A diferencia de otros escritores de la época que revelaban el carácter de los personajes a través de los diálogos, Stendhal cree que las palabras sirven para ocultar las verdaderas intenciones, y atiende más a lo que hoy llamaríamos comunicación no verbal: el tono de voz, el brillo de los ojos, y otras muchas muestras de la conducta externa de los personajes. No solo eso, para acceder a todos sus recovecos, utiliza la tercera persona alternada con el monólogo interior, técnica narrativa de la que fue un verdadero precursor. Estos monólogos son, en ocasiones, muy breves, apenas unas pocas líneas pero sirven para revelar al lector los auténticos sentimientos de los personajes. De esta manera, Rojo y negro no es solo una novela de hechos (la crónica de una ambición truncada), sino también uno de los más agudos análisis psicológicos que se hayan escrito.

Hay que señalar, además, el atrevimiento del autor al concebir un héroe negativo. Como diría Lampedusa, en su magistral estudio sobre Stendhal, “Julien Sorel está siempre dispuesto a medrar al amparo de las faldas de sus amantes”, algo que resultó escandaloso cuando se publicó la novela, pero que resulta del todo coherente con la estética realista del autor. Si, como afirmaba Stendhal, “el arte es un espejo a lo largo del camino”, uno de sus reflejos había de ser el del arribismo sin escrúpulos que comenzaba a imperar en la Francia de la restauración borbónica.

Decir, por último, que la lectura de este gran clásico les dejará un recuerdo imborrable: Rojo y negro de Stendhal.

Javier Aspiazu

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