Juanra Madariaga, releyendo a Elorriaga en SP

Cuando, en 1999, setenta y cinco años después de su desaparición, encontraron en el Everest el cuerpo del alpinista George Mallory, descubrieron entre sus objetos personales el libro Fin de viaje, de su amiga Virginia Woolf. El poeta Juanra Madariaga, en su ascensión al Shisha Pangma, quiso llevar consigo el SPrako Tranbia de Unai Elorriaga y, con esa novela, a Lucas, aquel inolvidable personaje, con la cabeza algo perdida, que soñaba con alcanzar algún día la cumbre del mítico monte del Himalaya. Éste vendría a ser el punto de partida de eSPedizioa. Mendi ororen pisua, pero en este libro inclasificable se habla de mucho más. Entre otras cosas, se repasa parte de la historia del montañismo, se recrean algunas expediciones legendarias y, por supuesto, Madariaga nos describe con gran plasticidad y detalle su ascenso al Shisha Pangma, una subida en la que las condiciones climatológicas le pusieron en apuros. Pero en eSPdizioa hay pasajes muy hermosos que no se circunscriben al SP: LIBRO eSPedizioahay toneladas de mariposas que caen como muertas en un bosque de México sobre el que ha nevado, unas mariposas que con el deshielo recuperan la vida y vuelven a volar; hay grandes bloques de nieve que caen en lagos formando extraños tsunamis; hay ritos funerarios escalofriantes. Y hay mucha poesía, del propio Madariaga y de otros autores. También encontramos numerosas referencias literarias que van de Rainer Marie Rilke a Alejandra Pizarnik pasando por Thomas Bernhard.

eSPdizioa no es solo un libro de montaña, aunque se describa los paisajes y casi vivamos con el autor las penurias que arrastra también la montaña (dilatación de los capilares, caída del pelo, escalofríos, calambres, dificultades respiratorias…) y también las enormes satisfacciones que ofrece: “Lurraren azken mugan zaude, lurraren amaieran zaude; beste guztia espazio kosmikoa da”. eSPdizioa es un libro en el que hay literatura, mucha literatura y mucha poesía. El lirismo está presente en la escritura e incluso en la composición y en el origen mismo de este texto en el que Madariaga parece llevar siempre en su pensamiento a Lucas, a quien interpela a veces y para quien son a menudo muchas de sus reflexiones. Entre todas las reflexiones hay una que destaca y que, en cierto modo, tiene que ver con el hilo narrativo del libro. Se trata de las alusiones al fenómeno conocido como “doppellgänger”, que traducido quiere decir “doble caminante”. En estas páginas se refieren experiencias de muchos montañeros, y del propio Madariaga, con estas presencias que acompañan a los expedicionarios y que a veces hacen incluso de ángeles de la guardia. Hay, por supuesto, explicaciones científicas para esto, pero no le restan extrañeza ni realismo a la sensación.

En todo caso, y como mínimo de forma poética, Madariaga está acompañado por el Lucas de Unai Elorriaga en este viaje en forma de libro que arranca con un capítulo maravilloso en el que se explica la necesidad que tiene el bilbaíno de estar en espacios abiertos y se cierra con otro no menos emotivo que, por razones obvias, no pienso detallar.

Txani Rodríguez

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