Las mujeres de mi paÃs llevan sobre los hombros un yugo;
Su corazón pesado y lento oscila entre esos dos polos;
A cada paso, dos grandes baldes de leche chocan
Uno con otro contra sus rodillas;
El alma materna de las vacas, la espuma del pasto masticado,
Brotan en olas nauseosas dulces.
Soy igual que la sirvienta de la granja;
A lo largo del dolor me avanzo de un paso firme;
El balde del lado izquierdo está lleno de sangre;
Puedes beber y saciarte de ese pujante jugo.
El balde del lado derecho está lleno de hielo;
Puedes inclinarte y contemplar tu rostro laso.
Asà voy entre mi destino y mi suerte,
Entre mi sangre caliente y lÃquida y mi amor lÃmpido muerto.
Y cuando esté segura que ni espejo ni bebida
Pueden ya distraer o sosegar tu corazón salvaje,
No quebraré el espejo resignado,
No volcaré el balde donde sangró toda mi vida.
Iré llevando mi balde de sangre en la noche negra
Allà donde están los muertos que en él a beber vendrán.
Iré donde están las olas con mi balde de hielo;
El breve gemido de la orilla será menos dulce que mi llanto;
Un rostro pálido grande se asomará a la duna
Y ese espejo, que ya no quieres, reflejará la faz calma de la luna.
Este poema, en versión castellana de Silvia Barón-Supervielle, se titula El poema del yugo, y lo escribió Marguerite Yourcenar. Una escritora francesa nacida en Bruselas, en Bélgica, a principios del siglo pasado. Escribió novelas y poemas. Huérfana de madre, fue su padre quien le inculcó la afición a la literatura. Con 18 años publicó su primer poemario. Marchó a Estados Unidos, y es allà donde acabó instalándose y donde logró la nacionalidad estadounidense. Pero pasó largas temporadas en otros paÃses, en Grecia por mencionar uno. Consiguió muchos premios y reconocimientos, como por ejemplo la Legión de Honor francesa en 1980. La novela Las memorias de Adriano es probablemente su obra más conocida. Tradujo al francés obras de Virginia Wolf, Henry James o Kavafis.
Goizalde Landabaso