Pilar Adón, ambigüedad, inquietud y utopía

Dora y Violeta Oliver son dos hermanas que viven en una comunidad organizada en torno a La Ruche, una gran casona con forma de colmena que fue en su día un colegio para niños huérfanos. La líder de ese extraño grupo, voluntariamente aislado en la naturaleza, es Mademoiselle Anita. “Siempre había oído que nadie se encontraría desasistido en La Ruche. En todo momento, a cualquier hora, los habitantes de la comunidad podían dirigirse a aquella casa en busca de ayuda porque allí habría siempre herramientas, medicinas, vendas, algodón”, leemos y lo cierto es que Mademoiselle Anita vela por el bienestar de los miembros del grupo.

En los terrenos que rodean La Ruche llueve con ferocidad en invierno y hace mucho calor en verano. Los hombres y mujeres viven “enfrascaportdos en sus tareas diarias con la tierra, el cuidado de los frutos, el seguimiento de las aves y sus migraciones, la preparación de la arcilla de color anaranjado y tacto suave (…)”. Podría ser el paraíso en la tierra, un lugar además, donde se vive en casas que no tienen alquiler ni hipoteca. La líder del grupo las entrega de forma gratuita siempre que se acepte y comprenda el principio fundamental de esa comunidad: es un lugar para quienes “niegan lo superfluo y rechazan lo innecesario”.

Sin embargo, la sensación de armonía se quiebra en las primeras páginas. Pronto sabremos que la relación entre esas las hermanas Dora y Violeta está muy enrarecida, y que el hecho de que la más hermosa de ella, Violeta, se vea con Denis, un joven algo misterioso, hará que la tensión vaya en un aumento. Por otro lado, a La Ruche llegará Tom, un joven que convive con Anita y que lleva ideas nuevas a la comunidad.

En Las efímeras, la última novela de Pilar Adón, la escritora madrileña aborda dos de sus grandes temas: el aislamiento y las relaciones enfermizas. Para ello, despliega un universo envolvente y construye una atmosfera que resulta, en sí misma, uno de los elementos más impactantes del libro. Las descripciones precisas, la composición de escenas poderosas –destaca el encuentro entre orugas de Denis y Violeta– y la contención apuntalan el relato.

Alrededor de La Ruche casi todo puede ser normal y casi todo puede ser inquietante y extraordinario. El lector quedará atrapado en esa ambigüedad, que toma pliegues turbios y amenazantes, en una narración que va in crescendo. Las efímeras es una historia que habla también de la desnaturalización frente a la naturaleza, de lo natural y de lo sobrenatural, de la incomunicación, del deseo de dominio, de la incapacidad emocional, de los celos, del miedo y de cómo el pasado, ese traicionero, regresa a veces para condicionar el presente.

Txani Rodríguez

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