El extraordinario adiós de Rafael Chirbes

Rafael Chirbes es ese autor de carrera constante, implacable, coherente, que empezó a contar la historia de los últimos años, desde el franquismo hasta la actualidad y le ha quedado una bibliografía ejemplar: Mimoun, La buena letra, Los disparos del cazador, La larga marcha, La caída de Madrid, Los viejos amigos, Crematorio y En la orilla. Y, de repente, el año pasado Chirbes murió. Es uno de esos golpes inesperados que te quita a uno de tus autores de cabecera y casi te dan ganas de preguntarle ¿cómo te atreves? Y lo siguiente que te preguntas es ¿quién va a recoger el cetro de la novela denuncia? ¿Quién va a novelar los desmanes, los abusos, la corrupción, el insulto de las clases dominantes a los descamisados? Bueno, eso de momento no nos preocupa demasiado porque Chirbes dejó una última novela, París-Austerlitz que ha aparecido hace unas semanas, un texto en el que llevaba trabajando veinte años y que, ante la proximidad de su final, retomó hace unos meses. LIBRO París Austerlitz

Esta novela es muy diferente de las anteriores, parece un proyecto más personal, incluso autobiográfico, algo que el pudor había ido arrinconando en beneficio de esas novelas que tanto nos gustaban y que tanto éxito le proporcionaron. París-Austerlitz es una historia de amor entre un artista español y un obrero francés en el París de hace veinticinco años. Chirbes deja las cosas claras desde el principio, esta es una relación agotada y condenada a la muerte: uno de los miembros de la pareja agoniza como consecuencia del SIDA, el otro le visita y se enfrenta a las consecuencias de la enfermedad. Y el autor recuerda y el lector conoce la historia de ese amor, como se conocieron, como empezaron a vivir juntos, lo diferentes que son, las noches de vino y rosas, la bohemia con sordina, los enfados, las broncas, las reconciliaciones. Todo bastante normal bastante conocido, muy bien contado, algo repetitivo. Apenas hay personajes secundarios, un antiguo amante, la madre del artista, nada, sombras en el escenario. Ese que ahora es una taberna, luego la casa en común, luego la del que se ha ido, todo se sustenta en la exquisita prosa de Chirbes que, no obstante, me parece, se muestra extraordinariamente comedido, sin querer poner una palabra de mas, con lo que, a veces, descubres que hay un sentimiento de menos.

Llegado cierto punto incluso empiezas a pensar que a pesar de su brevedad, ciento cincuenta páginas, el libro está resultando muy extenso. Se acerca el final, te resignas a que las cosas sean como aparecen y, de repente, te encuentras con una última página deslumbrante, definitiva, perfecta para cerrar ya no una novela, sino toda una carrera. La última página de París-Austerlitz es de tal nivel que muchos autores darían lo que no tienen por haber sido capaces de escribirla. Debo reconocer que he leído críticas que negaban la importancia de esta página, que a esos críticos les hubiera gustado que la narración se prolongara durante otro puñado de páginas. Lo siento, no puedo compartir esa opinión. Me parece que aquí está la parte mas emocionante de la literatura de Rafael Chirbes, un autor que nos ha dejado muchos momentos de alto voltaje. Creo que deberían ustedes descubrir quién es, a su parecer, el crítico que tiene razón en esta discusión.

Félix Linares

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