Ricardo Alía, persiguiendo al asesino por Donostia

La aparición de las novelas de la donostiarra Dolores Redondo, la autora de la Trilogía del Baztán, parece haber roto algunos diques. Hasta ahora las novelas con criminales en serie transcurrían en geografías lejanas, en los países anglosajones o en los del norte de Europa. Daba la impresión de que había un cierto complejo a la hora de situar ese tipo de tramas en nuestro entorno más cercano. Los lectores, parecía, no acababan de creérselas. Pero apareció Dolores y todo cambió. Era posible un asesino, o varios, en el Baztán; era posible una trama que entroncara con la mitología vasca; y era posible y creíble una investigadora que formara parte de la “exótica” policía foral navarra. Creo que el debutante Ricardo Alía puede beneficiarse de esa “nueva visión” de los lectores hacia las novelas criminales escritas aquí y con protagonistas de aquí.

Alía es un donostiarra que estudió químicas en la Universidad del País Vasco, que es un apasionado del ajedrez y que trabaja como químico en Barcelona. LIBRO El signo del dragónTras muchos años dedicado a escribir en su tiempo libre, ha decidido dar el salto y presentarse ante el público. Y lo hace con El signo del dragón, el inicio de la denominada Trilogía del Zodiaco. Se trata de una novela de crímenes que acontecen en la facultad de químicas en la que estudió el autor en San Sebastián y que investigan varios agentes de la Ertzaintza. Estamos en 2012 y ETA no es ya una amenaza, porque ha anunciado el cese definitivo de sus actividades. De repente alguien comienza a asesinar a personas en la universidad. Son trabajadores, alumnos, seguratas… Y a todos ellos el asesino les corta la cabeza. Dos ertzainas se ponen al frente de la investigación, el inspector Max Medina y su ayudante la oficial Erika López. Medina es un veterano que llegó al cuerpo procedente de la Policía Nacional. Un tipo independiente, sagaz, algo huraño, que no se lleva muy bien con la autoridad y que saca la pistola con demasiada facilidad. Erika López es la novata. Procede de una familia adinerada, que no ve con buenos ojos que sea policía, y acaba de salir de la Academia de Arkaute. Vive en Hendaia, en Iparralde, al otro lado de la muga, con su novia Lucía. El primero personifica el trabajo metódico y la fuerza bruta: la segunda un pensamiento original que le hace encontrar respuestas donde aparentemente no las hay. Junto a ellos una serie de buenos retratos de secundarios: Joshua O’Neill el agente de la científica enamorado de Erika; los gemelos forenses Kepa y Arkaitz Galarza, que saben de todo y completan las frases como Hernández y Fernandez, los policías de Tintín; y Alex Pérez, el comisario jefe de todos ellos, que defiende a sus hombres y mujeres, pero que intenta quedar siempre bien con sus superiores.

La novela está muy bien articulada. El suspense se gradúa con precisión. Los muertos aparecen en el momento justo. El protagonismo de los policías se reparte con sabiduría. Y el autor sabe combinar la intriga policiaca con la vida cotidiana de los personajes principales. Además Ricardo Alía sabe espolvorear la trama con una dosis de misterio que el lector sabrá enseguida tiene que ver con hechos ignominiosos del pasado. Aunque hay una trama que parece va a engarzar las tres novelas de la trilogía, el caso de El signo del dragón se cierra con unas páginas finales trepidantes.

La editorial Maeva anuncia para septiembre la segunda entrega de la trilogía, El vuelo de la serpiente, y para enero del año que viene la tercera, El salto del caballo. Las esperaremos con ganas.

Enrique Martín

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