Volviendo en el autobús de la resaca decidió enviarle un mensaje. “Han sido unos días fantásticos. Nunca te olvidaré. Eres lo mejor que me ha pasado en muchos años. Espero que nos volvamos a ver y podamos repetir toda esa locura”.
Lo releyó, suspiró y dudo unos instantes. Finalmente lo envió y al poco quedó plácidamente dormido acunado por el run-run del motor. El mensaje se posó dulce, inefable, fatal, en el móvil de su esposa.
Roberto Moso