Seguramente crees que la habitación estaba vacÃa.
Pues no. HabÃa tres sillas bien firmes.
Una lámpara buena contra la oscuridad.
Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.
Un buda despreocupado. Un cristo pensativo.
Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.
¿Crees que no estaban en ella nuestras direcciones?
Seguramente crees que no habÃa libros, cuadros ni discos.
Pues sÃ. HabÃa una reanimante trompeta en unas manos negras.
Saskia con una flor cordial.
AlegrÃa, divina chispa.
Odiseo sobre el estante durmiendo un sueño reparador
tras las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
apellidos estampados con sÃlabas doradas
sobre lomos bellamente curtidos.
Los polÃticos justo al lado se mantenÃan erguidos.
No parecÃa que de esta habitación no hubiera salida,
al menos por la puerta,
o que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.
Las gafas para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba una mosca, o sea que aún vivÃa.
Seguramente crees que cuando menos la carta algo aclaraba.
Y si yo te dijera que no habÃa ninguna carta.
Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos
en un sobre vacÃo apoyado en un vaso.
Este poema se titula La habitación del suicida y lo escribió la polaca Wislawa Szymborska, una de las pocas mujeres que ganó el premio Nobel de Literatura, lo hizo en 1996. Nació en Bnin en 1923 y murió en Cracovia en 2012. Cracovia fue un lugar esencial , pues fue donde pasó la mayor parte de su vida. No pudo acabar los estudios universitarios por falta de recursos económicos, pero es en la universidad cuando empezó a escribir poesÃa y a colaborar en diferentes publicaciones. Su primer poemario no pasó la censura y tuvo que retrasar su publicación hasta 1952. Wislawa Szymborska es una poeta a la que hay que acercarse, y de cuya obra hay que disfrutar.
Goizalde Landabaso