Ten cuidado si miras para otro lado,
Si bajas la voz y la palabra.
Ten cuidado si mientes
Si olvidas,
Si inventas.
Ten cuidado si obedeces
Si rindes pleitesía
Si comes pan y vas al circo.
Ten cuidado si participas del saqueo,
Si aplaudes leyes criminales,
Si vives acorazado,
Ten cuidado si la sangre ni te mancha ni te importa,
Si los muertos son lejanos o anónimos,
Si tienes coartada para los crímenes.
Ten cuidado, amigo, ten cuidado,
Si no ves esta pesadilla,
Si llevas esterilizados los sueños,
Si no ves que se amontonan los genocidios.
Ten cuidado, amigo, amiga,
Si usas demasiado el silencio,
Si llevas ásperas las rodillas,
Si mueves los hombros
Y tienes las ideas quebradizas.
Ten cuidado si llegas tarde
Si te acomodas a tu destino
Si te haces el dormido.
Ten cuidado si bajo tus pies la tierra es yerma
Si a tu alrededor, todo amarillea.
Ten cuidado si bostezas,
Si tu sangre no protesta,
Si no sientes escalofríos.
Ten cuidado si no ves a los bastardos,
Si no señalas el fondo,
Si pasas de largo,
Si tienes los ojos cansados,
Si eres un lacayo.
Ten cuidado, amigo, amiga, tened cuidado.
Está amaneciendo y en el nuevo día
No habrá lugar para los que clavan el puñal
Ni para los que lo afilan.
Este poema se titula Ten cuidado y está en el libro de la escritora Silvia Delgado Los partos de la bestia. Con unas ilustraciones que causan estupor, en este poemario la poeta vasca nacida en 1968 parece que a veces escupe. Continuamente. Es innegable la protesta, la preocupación social, la denuncia, el grito poema a poema. Es un poemario que crea un clima de crispación incluso de ahogo en algunos momentos. Y cuando el lector está a punto de sucumbir al agujero negro, la poeta, por compasión o por necesidad, escribe: “Vendrá la alegría”. Tiene momentos memorables entre tanto grito, momentos en los que te encuentras, y momentos en los que decides cerrar el libro. Cuenta con las ilustraciones de Kalvellido y la presentación a esta de las palabras de Belén Gopegi. Los partos de la bestia es un libro para estos tiempos en los que la apatía nos lleva a revoluciones desde la televisión de plasma que contemplamos en nuestros cómodos sofás.
Goizalde Landabaso