Lucia Berlin, una de las descubridoras de la autoficción

Desde luego hoy no voy a descubrir la pólvora al decir que el libro de Lucía Berlin es impresionante. Yo misma lo he leído porque llevaba varias semanas escuchando maravillas sobre estas páginas, así que lo compré y lo abrí. Como suele suceder cuando te dicen y repiten que algo es buenísimo, las expectativas se sitúan por todo lo alto, y eso es peligroso. Yo creo que por eso el primero de los cuentos no me impactó tanto como esperaba, pero al segundo –una historia intensa y nerviosa que se desarrolla en la consulta de un dentista- ya estaba totalmente enganchada a la lectura.

Lucía Berlin nació en 1936 en Alaska. Su padre estaba en la industria minera por lo que los primeros años de su vida transcurrieron en lugares como Idaho y Montana. En 1941, el padre de Berlin fue llamado al frente y Lucía se fue con su madre y su hermana a El Paso, junto a su abuelo, un dentista eminente pero tosco. Finalizada la guerra, la familia se instaló en Chile, donde vivieron de forma opulenta. En 1955 Berlin se matriculó en la Universidad de Nuevo México y estudió con Ramón J. Sender. LIBRO Manual para mujeres de la limpiezaTerminaría siendo profesora tras casarse y divorciarse varias veces y emplearse como telefonista, auxiliar de enfermería, administrativa o, claro que sí, mujer de la limpieza. Y mientras hacía todo eso y criaba a sus cuatro hijos, también escribía estos relatos que ahora nos ocupan y luchaba por ganarle la batalla al alcoholismo, una adicción que también arrastraron su abuelo y su madre. Bueno, he contado estos capítulos biográficos porque son precisamente sus experiencias vitales las que laten en estos relatos. Lucía Berlin fue, sin duda, una de las precursoras de la autoficción, que ahora está tan de moda. ”Mi madre -contó uno de sus hijos- escribía historias verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco”. Y es verdad que, al parecer, y con el objetivo de crear y presentar sus historias de la mejor forma posible, Berlin alteraba algunos aspectos, pero lo cierto es que, a medida que leemos, vamos conformando un dibujo preciso de cómo fue la vida de esta mujer.

En Manual para mujeres de la limpieza destaca la habilidad narrativa de Berlin, la intensidad de sus historias, los finales inesperados, la sinceridad y la fuerza con la que escribía y una capacidad de observación absolutamente asombrosa. Además, el libro está repleto de reflexiones subrayables. Dice por ejemplo: “La verdad es que yo no sabía nada de atracción sexual. El sexo en sí parecía guardar cierta relación con la locura. Los gatos se ponían como locos, por lo menos, y todas las estrellas de cine, tenían un aire demente”. Y en el cuento que da título al volumen leemos: “Mujeres de la limpieza: aprenderéis mucho de las mujeres liberadas. La primera fase es un grupo de toma de conciencia feminista; la segunda fase es una mujer de la limpieza; la tercera, el divorcio”.

Liberadas o no, las mujeres de sus relatos, son valientes y fuertes y también frágiles a veces y constituyen un ejemplo más de cómo la cotidianidad encierra mucha épica y los personajes, en principio, del montón pueden refulgir como héroes y heroínas, (heroínas sobre todo en este caso) por obra y gracia de la literatura, de la gran literatura.

Txani Rodríguez

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