Adolfo García Ortega relee la vida de Jesús de Nazareth

El Evangelista es el título de la nueva novela del escritor y editor vallisoletano Adolfo García Ortega, un trabajo en el que se ofrece una relectura crítica, razonada y lógica de la vida de Jesús, Joshua en esta novela, un joven delgado místico, natural de Galilea. El narrador es un joven escriba que remite la crónica de aquellos acontecimientos a su hermano. La historia se compone, por tanto, de esas cartas y de las copias de ciertos documentos. Todo lo que el escriba relata o bien lo ha visto con sus propios ojos o bien responde a testimonios directos. Así, él recrea capítulos tan conocidos como las bodas de Canaá o las sanaciones. Pero este personaje, un fariseo que les sigue más por curiosidad que porque creyera en las promesas de un nuevo reino, no será un simple consignatario de los hechos que se narran. El escriba tendrá un papel de enorme relevancia y en varias ocasiones deberá enfrentarse a hondos dilemas morales y conflictos internos que aportan, sin duda, tensión y emoción a la historia.libro-el-evangelista

El tono de la novela, que viene dado por la voz de ese singular narrador, es uno de sus aspectos más atractivos. El escriba es un hombre bueno, pacífico y lúcido y será a través de su juicio como obtengamos noticia de las revueltas acaecidas en Jerusalén y Galilea en los tiempos de Tiberio. Él nos refleja un Joshua enigmático, propenso a hablar con preguntas, que se deja querer por quienes creen ver en él la esperanza de un nuevo tiempo, un profeta para algunos, un agitador para otros; un hombre sorprendente pero no extraordinario a los ojos del escriba. De entre todos los que le rodean, destaca el personaje de Iskariot Yehudá, de sangre caliente, efervescencia patriótica y gran inteligencia.

La estructura es, en mi opinión, otro de los aciertos de El Evangelista porque los pequeños capítulos en los que se divide procuran una lectura ágil. Sin embargo, lo que más me ha admirado a mí es la ambientación sólida y vívida de una época convulsa –el reino de Israel estaba dividido en doce tribus y ocupado por los romanos-, una época de ensoñaciones y presagios, de creencias y sospechas, de rabia y desesperación. “Un aviso de lo que nos iba a pasar a todos en los años venideros, como así fue; un aviso de esta oscuridad”, dice el escriba en un pasaje de la novela, y cuesta no relacionar esa frase con la actualidad. De hecho, toda la novela, que relata hechos que sucedieron hace tantísimo tiempo, brinda una lectura contemporánea: la naturaleza humana no se ha alterado tanto con el paso de los años.

García Ortega ha volcado el conocimiento minucioso de una época para colocarnos, al fin y al cabo, frente a la tozuda persistencia de ciertos discursos, de ciertas actitudes como el oportunismo, siempre peligrosas, por los siglos de los siglos, según se ve.

Txani Rodríguez

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