Los raros. El miedo, del francés Gabriel Chevalier

libro-el-miedoPor encima de todo reinaba un clima que tenía algo de verbena, de motín, de catástrofe y de triunfo, un gran trastorno que embriagaba. Se había cambiado el curso diario de la vida. Los hombres dejaban de ser empleados, funcionarios, asalariados, subordinados, para convertirse en exploradores y en conquistadores. Al menos eso era lo que creían. Soñaban con el norte como si fuera una especie de América, de pampa, de selva virgen, con Alemania como si fuera un banquete, y con provincias devastadas, toneles agujereados, ciudades incendiadas, con el vientre blanco de las mujeres rubias de Germania, con botines inmensos, con todo aquello de lo que la vida habitualmente les privaba. Todos ponían su confianza en su destino, no pensaban en la muerte más que para los demás. En suma, la guerra no se presentaba nada mal bajo los auspicios del desorden”.

Este es un fragmento de El miedo del francés Gabriel Chevallier. De entre la diversidad de novelas sobre la primera guerra mundial, redactadas a lo largo del siglo pasado, quizá sea ésta la que mejor exponga y describa la sensación física que le da título, ese miedo omnipresente durante el conflicto, que se vuelve abrumador ante la inminencia de un ataque a cielo abierto sorteando obuses, metralla y cuerpos desgarrados. En contraste con la otra gran novela francesa sobre la I Guerra Mundial, El fuego de Henri Barbusse, que describe la vida colectiva de una escuadra (un pequeño grupo de soldados comandado por un cabo), la visión que nos ofrece Chevallier, en primera persona, es netamente individualista.

En El miedo, publicada originalmente en 1930, el joven Jean Dartemont, alter ego del autor, parte voluntario al frente creyendo que va a vivir una gran aventura, contagiado del clima general descrito en el párrafo del comienzo. Sin embargo, sus terribles experiencias a lo largo de los casi cuatro años que permanece en activo, entre 1915 y 1918,  acaban con cualquier visión romántica de la guerra. Si en una ocasión está a punto de morir alcanzado por la metralla, en otra, asaltando una trinchera, atraviesa con su bayoneta el cuerpo de un enemigo. Sufre hambre, sed, frío y piojos en abundancia. Y por encima de todo, miedo. Como dice el autor en el prefacio a la edición de 1951, “hablar de la guerra sin hablar del miedo, sin ponerlo en primer plano, hubiera sido un camelo”.

Sin embargo, lo más valioso del testimonio de Chevallier, escrito con una soltura y un espíritu crítico encomiables, reside en comprobar que la causa de ese miedo se encontraba muy a menudo en la irresponsabilidad criminal o en la cobardía de sus propios superiores, los militares y políticos al mando, empeñados en alcanzar la gloria y en minimizar las carnicerías continuas e inútiles que produjeron sus insensatas decisiones. Este duro aprendizaje y las conversaciones con el sarcástico sargento Negre harán del joven Dartemont un incrédulo para el resto de su vida.

Ediciones Acantilado vertió al castellano en 2009 este ácido y rotundo alegato contra la guerra: El miedo de Gabriel Chevallier.

Javier Aspiazu

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