El tocho. Todo se desmorona, del nigeriano Chinua Achebe

Okonkwo era muy conocido en las nueve aldeas e incluso más allá. Su fama se apoyaba en sólidos triunfos personales. Cuando tenía dieciocho años había honrado a su aldea derribando a Amalinze el Gato. Amalinze fue el gran luchador que se mantuvo siete años invicto, desde Umuofia hasta Mbaino. Le llamaban el Gato porque nunca tocaba el suelo con la espalda. Okonkwo había derribado precisamente a aquel hombre en un combate que el viejo reconocía había sido uno de los más fieros desde que el fundador de su poblado había luchado con un espíritu del bosque durante siete días y siete noches.

Batían los tambores, cantaban las flautas y contenían el aliento los espectadores. Amalinze tenía astucia y oficio, pero Okonkwo era escurridizo como un pez en el agua. Se les marcaban todos los músculos y los nervios de los brazos, la espalda y los muslos, y casi los oías tensarse, a punto de romperse. Al final Okonkwo tiró al Gato”.

Así comienza Todo se desmorona de Chinua Achebe. Publicada originalmente en 1958, la primera novela de este escritor nigeriano, traducida a más de cincuenta idiomas, se ha convertido en la más leída de la literatura africana moderna. Aunque Achebe escribió siempre en inglés, sus textos describen la cultura y costumbres del pueblo igbo, la etnia más numerosa en el sur de Nigeria, y ponen el foco en el trauma que supuso la aparición del hombre blanco y la colonización.

Todo se desmorona es, probablemente, la primera novela que relata este conflicto desde el punto de vista africano. El autor cuenta en tercera persona, con un estilo extremadamente sencillo, muy cercano al de la tradición oral de su pueblo, la tragedia de Okonkwo, el poderoso guerrero que, en la última parte de la novela, se resiste a ver humillada y postergada su cultura por el hombre blanco. Hasta ese tramo final, Todo se desmorona describe la vida de este hombre enérgico y colérico, descendiente de un padre débil y perezoso al que no quiere parecerse en absoluto. Como laborioso agricultor, Okonkwo ha alcanzado una desahogada posición con tres esposas y once hijos. Su anhelo de conservar el poder y la fama de valiente le llevan, incluso, a participar en la ejecución de Ikemefuna, joven entregado por una aldea vecina, en reparación por una falta cometida, al que ha llegado a querer más que a su propio primogénito.

Junto a estas vivencias dramáticas, el relato nos permite conocer los ritos asociados a la siembra y a la cosecha del alimento básico, -el ñame-, la forma de hacer justicia, las creencias religiosas, y también la psicología del pueblo igbo, con sus proverbios tradicionales y relatos alegóricos intercalados en la narración. Como buen personaje trágico, Okonkwo no puede escapar a su destino: tras ser desterrado de su pueblo durante siete años por una muerte accidental, la vuelta le depara la presencia de los misioneros y con ellos del comisario de distrito, encargado de imponer la ley blanca. A partir de ahí los malentendidos culturales se suceden, y llevan a los nativos a la alternativa entre el sometimiento o la destrucción. El final está impregnado de una inteligente y dolorosa ironía, a la altura de esta novela excepcional, que encontrarán en la editorial Debolsillo: Todo se desmorona de Chinua Achebe.

Javier Aspiazu

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