El comictario. El perdón y la furia, de Altarriba y Keko

Hace casi tres años el guionista Antonio Altarriba y el dibujante Keko firmaron un cómic de gran impacto visual y argumento tan potente como discutible. Se titulaba Yo, asesino, y su protagonista era un profesor de Historia del Arte de la Universidad del País Vasco, un psicópata culto y estudioso que cometía sus crímenes siguiendo siempre criterios estéticos. Aquella novela gráfica, galardonada en Francia con el Gran Premio de la Crítica, destacaba sobre todo por las espléndidas ilustraciones en rotundo blanco y negro de Keko, alteradas tan sólo por el color rojo de la sangre derramada. Fue la fórmula ideal para plasmar un mundo de locura, dolor y arte, un esfuerzo creativo que dejó un profundo poso y que casi tres años después ha tenido oportunidad de reproducirse.

Oportunidad brindada ni más ni menos que por el Museo del Prado, coincidiendo con la exposición Ribera. Maestro del dibujo que ha podido verse hasta mediados de febrero en la pinacoteca madrileña. El Prado continúa así el camino que inició el año pasado, durante la gran muestra conmemorativa del quinto centenario de la muerte de El Bosco. Aprovechando ese evento el museo publicó su primer cómic, El tríptico de los encantados, una obra firmada por el gran dibujante Max. Algunos creyeron que aquello sólo era un experimento, pero la apuesta del Prado por el noveno arte es seria y en enero de este año veía la luz su segundo cómic, El perdón y la furia, la nueva obra de Altarriba y Keko en la que repiten la exitosa fórmula de Yo, asesino.

Otra vez el blanco y negro salpicado de rojo sangre, y otra vez profesores de arte a los que ronda la oscuridad. El protagonista principal de la trama es Osvaldo González, un docente obsesionado con el gran pintor José de Ribera, El Españoleto, y especialmente con su obra Las Furias, cuatro cuadros que representan con trazo maestro el martirio de cuatro personajes de la mitología clásica, Ticio, Ixión, Sísifo y Tántalo. Al profesor universitario le atormenta que un pintor religioso como Ribera haga retratos paganos, y en su afán por descubrir el secreto de esas obras cae en un abismo de crimen y locura. Un descenso a los infiernos ilustrado por Keko de forma magistral, con rostros crispados, cuerpos retorcidos y un ambiente opresivo y angustioso que anticipa el trágico y cruel final.

Merece la pena sumergirse en la lectura y en las imágenes de El Perdón y la furia, una obra que, según Miguel Falomir, el nuevo director del Museo del Prado, “confirma que el cómic es un arte con el mismo rango y prestigio que la pintura o la escultura“. No seré yo el que se lo discuta.

Iñaki Calvo

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