Andrea Camilleri, deconstruyendo a la mujer ausente

Al escritor italiano Andrea Camilleri le ha marcado su vida literaria la creación en 1994 del personaje del comisario Montalbano que ha protagonizado ya 32 libros, entre novelas y volúmenes de relatos. Unas historias policiacas muy costumbristas que relatan la vida diaria en una pequeña localidad siciliana.  Unas novelas que son un auténtico retrato de la sociedad italiana de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Pero Camilleri, que tiene ya 91 años y que se curtió como guionista de televisión, de ahí sus magníficos diálogos, ha escrito otro tipo de novelas que indagan mucho más en la personalidad de sus protagonistas, aunque mantengan el aire de novela negra o criminal. Es lo que sucede con su última novela traducida y que no pertenece a la saga Montalbano, No me toques.

El argumento parece sacado directamente de una de esas novelas de suspense actuales de tanto éxito: una mujer de 35 años, Laura Garaudo, ha desaparecido. Su marido Mattia Todinir, un escritor afamado de 69 años, lo denuncia a la policía. La mujer fue a pasar unos días a la casa de campo, para tomar aire tras una crisis nerviosa, pero al parecer nunca llegó a ella. El caso se pone en manos del comisario Luca Maurizi que, como es preceptivo, comienza a indagar en el entorno de la desaparecida, interrogando a amigos, familiares y ex amantes de la desaparecida. Y aquí cambia todo. Porque a través de esos interrogatorios o de las cartas y escritos de la propia Laura, se nos va proporcionando una radiografía de la desaparecida a lo largo del tiempo y del momento presente. Cada interrogado por Maurizi nos da una visión de la personalidad calidoscópica de una mujer que sufre episodios de lo que ella denomina “lebache”, es decir, días en los que es abatida por el aburrimiento, la decepción, el nihilismo, la depresión o una mezcla de todo ello. Así aparecen Carlo, el periodista que investiga su desaparición y que una vez se acostó con ella; Doria el abogado, una especie de amante oficial de Laura, adulterio consentido por el marido; Marco, otro amante de antes de la boda de Laura; Giulia Maltese, la amiga más íntima que sin embargo parece desconocer algunos aspectos capitales de su biografía; Filippa, su omnipresente asistenta personal; Aldo, el viejo profesor en la universidad en la que Laura se licenció en historia del arte; Ernesto, el militar por el que Laura abandonó una carrera universitaria prometedora antes de casarse; Franco, el psicoanalista amigo que nunca la psicoanalizó; y Wilson Peixoto, el extraño gurú brasileño que aparece el personaje clave en toda esta trama.

La novela se asemeja a aquellos relatos de entreguerras, que influenciados por las muy de moda, en aquellos tiempos, teorías psicoanalíticas de Freud y Jung, estaban más interesados en el aspecto psicológico de los personajes que en la trama que protagonizaban. Hasta tal punto es así que Camilleri resuelve el enigma de la novela de manera un poco caprichosa (y predecible). Porque como indica en el epílogo el propio autor ”esta breve novela no pretende ser un relato policíaco sobre la desaparición de una joven, sino el intento de dibujar, con medios sencillos, un retrato femenino complejo, sí, pero no tan infrecuente como pueda parecer a primera vista”. Sea. Yo me quedo con el estilo limpio de Camilleri, con esa forma de dialogar que quita el hipo y con sus personajes tan bien construidos.

Enrique Martín

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