Creo que voy a repetirme, pero no hay más remedio. Me parece que Dennis Lehane es el mejor escritor actual de género negro del universo. Ese mundo desaparecido, su última novela, viene a confirmarlo, otra vez. Supongamos que usted ha leÃdo las novelas de Kenzie y Gennaro, una pareja de detectives bastante tópica, que se elevan por encima de los convencionalismos gracias a una escritura endiablada, a diálogos eficaces, a personajes secundarios inolvidables, a intrigas muy bien trabadas. Puede que haya visto la pelÃcula de Ben Affleck que se basó en una de ellas: Adiós pequeña, adiós. Y, ya puestos seguramente han visto las adaptaciones cinematográficas de Mystic River, Shutter Island o La entrega,  y, quizá, sabe hasta que capÃtulos de The Wire fueron guionizados por Lehane. Hasta es posible que le haya visto jugando al póker con Michael Connelly y el protagonista de la teleserie Castle. Supongamos que conoce todo Lehane, que ha leÃdo también Cualquier otro dÃa y Vivir de noche (algún dÃa tendremos que reivindicar la versión cinematográfica de Affleck de esta novela), las dos primeras partes de la trilogÃa que viene a cerrar Este mundo desaparecido. Bueno, pues a pesar de todo eso, cuando abran este volumen descubrirán que están ante su mejor obra.
¿Que hay aquÃ, pues? Pues la historia de un tipo, que viene de las dos novelas anteriores, que fue un mafioso peligroso y que ahora está retirado, casi retirado, al que le espanta la violencia desde la muerte de su mujer, y que vuelve al campo de batalla para proteger a su pequeño hijo, por la intranquilidad que le producen las alucinaciones en las que aparece un niño al que no consigue identificar pero sobre todo, porque le llega el soplo de que alguien ha encargado su muerte. Venga, reconozcamos que tampoco es un argumento deslumbrante. Pero, empiecen a leer. Lehane traza en el primer capÃtulo un panorama que sirve a cualquier lector, incluso a quien no ha leÃdo las novelas precedentes, para saber cuál es el terreno de juego. Nuestro héroe descubre al fantasma, las piezas se colocan en su lugar, los personajes secundarios ocupan su puesto. Poco después Lehane nos presenta al personaje que hará llegar al chivatazo al protagonista interesadamente. Ese capÃtulo deberÃa ser incluido en las escuelas de escritura como ejemplo de cómo se presentan los personajes.
Les ahorro el resto de la historia para que no me acusen de destriparla, pero imaginen que hay algo de violencia, momentos de gran tensión, relaciones amorosas descabelladas, traiciones, giros de guión, sensación continua de peligro y los diálogos mejor construidos que recuerdo. Es cierto, son demasiado largos, pero ¿a quién le importa? Sabemos que se está pasando de metraje, pero los seguimos disfrutando, no nos importarÃa que siguieran incluso un poco más, y el posible guionista de una hipotética pelÃcula futura ya tiene el trabajo hecho. Lehane recuerda a algunos clásicos, a Hammett, claro, por su perfecta construcción de las intrigas y a Chandler por la riqueza sus frases, pero hay algo autentico y genuino en su escritura y que solo le pertenece a él: es un autor que te mira a los ojos desde las páginas de sus libros. Y sabes que conoce como nadie el mundo que te está contando. Y que se mundo, afortunadamente, aún no ha desaparecido.
Félix Linares