Saturno, los prometedores inicios de Eduardo Halfon

Saturno es una nouvelle, o más bien un cuento largo, que rescata la editorial Jekyll & Jill. Digo que rescata porque la pieza había sido publicada en 2003 en Guatemala. Junto con Pan y cerveza conformaba el libro Esto no es una pipa, Saturno, la ópera prima del que es uno de mis escritores favoritos, la verdad: me refiero a Eduardo Halfon. Bien, dicho esto, contaré que Saturno es la carta de un hijo a su padre, es una carta llena de reproches, dirigida a un receptor improbable, firmada por un emisor que se sintió ignorado y despreciado por alguien que debió haberlo querido. “Dirigirse la palabra, padre, no es hablar. Sentarse a comer juntos no es estar juntos. (…) Su presencia solo la percibía cuando me ignoraba.”, leemos.

Desde ese estado ánimo, el remitente repasa la relación de numerosos autores con sus progenitores. Así sabemos que Hemingway solía decir que nunca se sintió más cercano a alguien que a su padre, o que Klaus Mann dejó anotado lo siguiente: “Me juzgan como el hijo de mi padre”. Sin duda, Saturno ofrece un catálogo de relumbrón sobre relaciones paterno-filiales. Pero es también un catálogo luctuoso porque todos los escritores que refiere decidieron en algún momento terminar con sus vidas. Silvia Plath, Yukio Mishima o Virginia Woolf son algunos de los nombres que desfilan en este texto sobre el que planea también la sombra de un desenlace trágico.

Saturno, según mis cálculos, fue escrito por Halfon cuando este contaba treinta y dos años. No es que fuera joven, pero creo que, aunque su dominio de la escritura era ya incontestable, aún no era el Halfon de El boxeador polaco o de Monasterio. Sin embargo, una de sus grandes inquietudes, ampliamente explorada en su obra, la concerniente a la identidad, ya aparece en estas páginas: “No me siento latino, padre. ¿Recuerda cuando se lo dije? Tampoco me siento europeo. Ni americano, ni polaco, ni árabe. No me siento nada. Aún menos judío, padre”.

En todo caso, Saturno es un texto elegante y, sin embargo, desgarrado, muy bien editado, que no defraudará a los seguidores del guatemalteco y sorprenderá a quienes no le conozcan aún. Y no quiero dejarlo aquí, así que valga este comentario como una recomendación, digamos, global de la obra de Halfon. Por eso, tengo que añadir que la editorial riojana Fulgencio Pimentel acaba de publicar otro libro de este autor, Clases de chapín. Se trata de un volumen que compila y concluye la trilogía completa iniciada en 2007 con Clases de hebreo, seguida en 2009 con Clases de dibujo y cerrada con Clases de machete. En él nos encontraremos cuentos ligados a su biografía y a sus grandes temas. Un motivo para suscribir lo que de este autor señala García Ortega: “Vistos sus libros en conjunto, Halfon está encadenando una gran novela personal.” Completamente de acuerdo.

Txani Rodríguez

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