Ibon Sarasola y la historia del euskera batua

Dice Ibon Sarasola en el prólogo a su Bitakora kaiera que, como el euskera batua se considera establecido en 1980, muchos euskaldunes pensarán que es algo de toda la vida. Yo misma, nacida en 1977, he agradecido muchísimo el repaso histórico que este lingüista hace de la implantación del batua en la primera parte del ensayo. Sarasola habla de la reunión de Baiona, de las discusiones, de las decisiones que tomaron, de puntos de disensión como la incorporación de la letra “h”, y recuerda también la delicadísima situación en la que el idioma estuvo no hace tanto: “Begien bistakoa zen 1960ko urte inguru horretan, euskara azken hatsa ematen ari zela. Eta bazidurien euskaldunen komunitatean ez zegoela horren aurrean inolako erreakziorik.” Por fortuna, no fue así, y hubo reacción. En 1968 se celebró en Arantzazu la primera Asamblea General de Euskaltzaindia, a la que acudieron unas sesenta personas. A pesar de los desacuerdos, en 1973 el éxito del euskera batua ya se apreciaba con nitidez, si se atendía a las publicaciones de aquel año. “Bost urtean lorturiko “mirari” hori ez zen izan zerutik etorritako zerbait. Horren atzean lan asko eta diziplina handia zegoen”, destaca Sarasola. Lo que vino después quizá sí sea ya más conocido: los modelos de enseñanza, los nuevos medios de comunicación, los nuevos escritores.

La segunda parte habla de la evolución de la lengua, de los préstamos terminológicos de Iparralde a Hegoalde, de su expansión y de una nueva titularidad, por decirlo, así, compartida por muchísimos hablantes que la han ido haciendo suya. Se detiene también Sarasola en la indiscutible importancia y vigencia de los clásicos, pero reivindica la calidez y validez de los escritores modernos. Así mismo, también expresa su opinión sobre los euskalkis: “Nire ustez euskalkiek, bizpahiru belaunaldietan, euskalki izateari utzi behar diote eta euskara batuaren aldaera huts bihurtu behar dute (…). Bestela, gureak egin du. Bizkaiera eta zuberera, kasu, euskara batuaren kolore bat, doinu berezi bat bilakatu behar dira”. Añade que en tres o cuatro generaciones, uno de Bermeo y otro de Iparralde se tienen que comprender cómodamente. Asegura que eso es vital para el futuro del euskera.

El tercer capítulo parte del ensayo Back to Leizarraga, de Kepa Altonaga, con el que Sarasola se muestra en gran parte de acuerdo. El ensayo hablaba de los purismos, del purismo léxico, y lamenta que debido a ese purismo se perdieran algunas fórmulas, como el relativo anafórico. El libro se cierra con Escape from Altube. En esas páginas muestra su disconformidad con las tesis del citado lingüista. “Edozein garbizalekeria -dice Sarasolasalagarria eta arbuiagarria da, eragotzi egiten  duelako hizkuntza baten helburu nagusia, hau da, komunikagarritasuna”.

Bitakora kaiera es, en definitiva y como ya se ha señalado, un recorrido por el pasado, el presente y el futuro del euskera. También supone un ajuste de cuentas del autor consigo mismo en el que mantiene que, una vez normalizado el euskera batua, el trabajo de los filólogos y teóricos no consiste ya en dictar normas. Ha sido un largo viaje y en su transcurso la situación ha cambiado para bien. “Bidaia horren aurretik idazleak eta itzultzaileak leziatzen nituen; orain, bidaiaren arian, euskal idazle eta itzultzaile onek leziatu naute ni eta erakutsi didate zein den bidea euskaraz ongi idazteko”, concluye. Pues, sin duda, hay mucho que aprender de ese viaje y mucho que apuntar en las privilegiadas reflexiones y conclusiones de Ibon Sarasola.

Txani Rodríguez

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