Un dÃa perdió la fe.
Al despertarse, por la mañana reparó en que no le apetecÃa en absoluto seguir defendiendo su causa. Que en realidad todo era una milonga, que llevaba años dándose de cabezazos contra un muro. Que todo era una estúpida mentira.
Pero no dijo nada. ¿Qué otra fuente de ingresos podrÃa encontrar a su edad?
Roberto Moso