Las historias de Murray y el talento del mejicano Ortuño

La vaga ambición, del autor mejicano Antonio Ortuño, ha sido el merecedor del último Premio Ribera del Duero, así que no descubro nada si señalo que la calidad de los cuentos que contiene es asombrosa. Lo que sí quiero decir es que es uno de los libros que más me ha gustado este curso. El volumen tiene una constante, la escritura, la vaga ambición de escribir, y está protagonizado por Arturo Murray, un autor que ha cosechado algunos éxitos, que se ha bregado en festivales de tercera, en presentaciones mediocres y algo alocadas, que ha vivido horas felices y también horas bajas, y que sabe el precio de su vocación, una vocación que le asalta cuando una tarde, de puro aburrimiento, se pone a copiar El Quijote. En algún momento, harto de su labor de copista, dejó volar su imaginación: “Tomé la historia en el punto en que iba, y luego de despedirme de Cervantes con una reverencia, improvisé”. Pero un primo le descubre escribiendo, enfurece y, bueno, no podemos decir que la entrada de Arturo en el mundo de las letras fuera dulce.

Tampoco lo fue el primer encargo que le hicieron, cuando apenas era un niño, escribir una historia trágica, un episodio terrible que él mismo padeció.  Es la historia del primero de los relatos, y en él una niña le pide que escriba lo que acaban de vivir para “que lo lean, le arranquen las hojas. Y se las traguen”. Después sabremos más cosas de Murray, y no tan duras.  Está casado con Aura, una mujer inteligente, que le apoya, aunque eso no evitará que atraviesen alguna crisis: “Si pudiera explicarme, Aura debería ponerse feliz. Debería estallarle la cabeza de dicha y contento, los ojos brotarían de sus cuencas de pura euforia, y se sacudiría presa de un orgasmo indecoroso, cósmico, inabarcable, si tan solo pudiera explicarle que ella es lo único que ha hecho que no suba a una azotea, la más alta de esta ciudad de edificios enanos, camine a la cornisa y brinque”.

Pero los párrafos más emotivos son los dedicados a la madre de Murray, una madre coraje, que crio sola a Murray, ya que el padre, muy presente en el primero de los relatos, era un tarambana odioso. La madre, el amor por la madre, destaca en el cuento El príncipe con mil enemigos, que pellizca el estómago. Tiene Ortuño la rara habilidad de acongojar en una página y ponernos a reír en la siguiente, porque el humor es un elemento importante de este libro. Especialmente divertido me ha resultado Quinta temporada, que relata la etapa como guionista de Murray en una muy exitosa serie de televisión, una mezcla de Juego de Tronos y la trilogía Millenium.  En el otro extremo, colocaría el último cuento, en el que tenemos a un Murray ya maestro, que imparte un taller, y que se interroga sobre si merece o no la pena entregarse a la literatura.

En conjunto, La vaga ambición es un libro muy compacto, en el que Ortuño rinde homenaje a la literatura. Quizá chirríe un poco el relato Provocación Repugnante, protagonizado por Walter Benjamin, y no porque sea un cuento más flojo, que no lo es, sino porque en ese texto se aleja de Murray. En todo caso, estamos ante un gran libro de relatos, tocado por el genio y la emoción.

Txani Rodríguez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *