El tocho. Yo que he servido al rey de Inglaterra, de Hrabal

Prestad atención a lo que os voy a contar ahora. Cuando llegué al hotel Praga, el jefe me cogió de la oreja izquierda, me dio un buen tirón y dijo: “Tú aquí eres un aprendiz, así que recuerda. No has visto nada ni has oído nada. ¡Repítelo!”. Así que dije que dentro del establecimiento no he visto ni oído nada. Y el jefe me dio un nuevo tirón, esta vez de la oreja derecha y dijo: “Pero recuerda también que debes verlo todo y oírlo todo. ¡Repítelo!”. Entonces, extrañado, repetí que me iba a fijar en todo y escucharlo todo. Y así fue como empecé”.

Este es el comienzo de Yo que he servido al rey de Inglaterra, de Bohumil Hrabal. Hace apenas tres años se conmemoraba el cincuentenario de la publicación del primer gran éxito literario de Hrabal, Trenes rigurosamente vigilados, en el que el autor introducía ya las claves de su mundo literario, caracterizado por un notable sentido del humor, con cierto toque surrealista, un erotismo desenfadado y una gran imaginación, enriqueciendo la propia experiencia vital del escritor, tan dura como diversa. Recordemos que este narrador checo fue un autor tardío a causa de la invasión nazi, y después de la derrota alemana, a la que contribuyó con su participación en la resistencia, fue también purgado durante la ocupación rusa tras la “primavera” de Praga. De ahí la gran variedad de trabajos de subsistencia -ferroviario, camarero, oficinista, prensador de papel, etc.-, a los que hubo de recurrir antes, y después, de empezar a publicar con casi cincuenta años.

Yo que he servido al rey de Inglaterra apareció en 1971 y pronto se convirtió en su obra más reconocida. En esta novela, escrita en forma de monólogo, el protagonista está siempre dispuesto a que lo increíble se convierta en realidad. La más variada sucesión de experiencias que transitan de lo cotidiano a lo maravilloso, son narradas con una falsa sencillez, en una escritura que, a menudo, parece improvisada, incluso descuidada. Este es, de hecho, el aspecto más destacado en el estilo de Hrabal: la extrema oralidad de la voz narrativa, su apariencia de cuento repentizado para una audiencia atenta y cercana.

El joven aprendiz de camarero que nos habla, Ditie, sirve en diversos hoteles de Praga y alrededores donde se dan cita los clientes más insólitos. En el hotel París será alumno del maitre Skrivanek que ha servido al rey de Inglaterra y es capaz de saber, solo por su aspecto, qué va a pedir cada cliente. El avispado aprendiz llegará a servir por su parte al emperador de Abisinia, describiendo un festín que se realiza en su honor en las que probablemente sean las mejores páginas escritas por Hrabal, deslumbrantes de gracia e imaginación. Vive la ocupación nazi enamorado de Liza, ferviente germanófila con la que tendrá un hijo. Y conseguirá, incluso, hacerse millonario con su propio hotel, pero todo lo perderá bajo el nuevo régimen comunista, alcanzando una aceptación filosófica de la pobreza y la soledad en unas páginas finales de enorme belleza y hondura emocionante.

Hrabal parece sugerirnos, con ellas, que la vida es increíble en sí misma y debemos aceptar todo lo que nos ofrece. Esta es una novela asombrosa y conmovedora, que combina de forma ejemplar humor, fantasía y dramatismo. Yo que he servido al rey de Inglaterra de Bohumil Hrabal.

Javier Aspiazu

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