Los absurdos días de resort y crímenes del señor Márquez

Resort, la última novela del bilbaíno Juan Carlos Márquez, huele a cloro, salitre y aftersun. La historia recrea a la perfección esos extraños ecosistemas que son los complejos hoteleros. No faltan los pulsos velados por conseguir un buen sitio en la playa, la bronca por una mesa junto al bufet o por una hamaca junto a la piscina. En los resorts el tiempo transcurre con morosidad, aunque no faltan actividades: zumba, aquagym, espectáculos nocturnos… Al resort de esta novela -confortable, funcional, como de comodidades al por mayor- llega la familia protagonista de la novela. Se trata de “el hombre”, “la mujer” y “el niño”, y Márquez se referirá a ellos así siempre, sin conferirles un nombre propio. Todo marcha bien -de hecho resulta envidiable la buena sintonía de la pareja- hasta que desaparece un niño alemán. En ese momento, la Policía pone en marcha una investigación que debe desarrollarse con absoluta discreción para no dañar los intereses turísticos de la zona.

Las pesquisas implican que los huéspedes serán retenidos durante tres días. En ese periodo, podrán hacer vida normal, ir a la playa, volver de la playa, disfrutar de todas las actividades del resort. La investigación implica además que el hotel se llenará de parejas de policías de paisano. La estrategia queda bien explicada: “A cada pareja se le asignará una habitación, aunque no es necesario que pernocten los dos (…). Cada familia de huéspedes sabe que hay un agente infiltrado, la víspera ellos mismos se presentaron, y por extensión sospechará de la pareja del agente infiltrado, pero no conoce a los otros. Se trata de que los inocentes se sientan protegidos y el culpable de la desaparición del niño, si es que existe un culpable, disfrute de cierto margen de movimiento para que sus acciones lo delaten.

A pesar de las circunstancias, los huéspedes siguen disfrutando de las vacaciones, y, además, los policías de paisano, esas parejas fortuitas, parecen contagiarse de la laxitud ambiental. Buen ejemplo de ello es el policía que informa a la familia protagonista de la desaparición del niño. Lo conoceremos por el sobrenombre que le ponen en la propia comisaría, Lactante. Este hombre, que acaba de ser padre, que vive en una casa con olor a leche agria y a polvos de talco, se siente sexualmente atraído por la compañera que le han adjudicado y a la que conocemos por el nombre de Darth Vader, todo un poco loco, sí. Pero lo cierto es que el policía anda, al menos a ratos, más concentrado en la anatomía de su colega que en la propia investigación.

Resort, que tiene algo de Loca Academia de Policía y algo de Vacaciones en el Mar, ofrece también una lectura más profunda sobre las relaciones de pareja, sobre la fidelidad y sobre la paternidad. Y cuando parecía que todo ese asunto del niño era algo secundario, Márquez tira de habilidad narrativa y nos congela, al menos por un instante, la sonrisa, como cuando nos damos cuenta de que hemos tomado demasiado el sol. Recomendable lectura, sin duda, la que nos trae este autor merecedor de, entre otros reconocimientos, el Premio Euskadi de Literatura.

Txani Rodríguez

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