El tocho. El Michael Kohlhaas, del alemán Heinrich von Kleist

A mediados del siglo XVI, vivía en las riberas del Havel un tratante en caballerías llamado Michael Kohlhaas, hijo de maestro de escuela y uno de los hombres más rectos y a la vez más temibles de su tiempo. Hasta los treinta años este singular personaje hubiera podido dar el modelo de buen vecino. Poseía una granja en un lugar que aún lleva su nombre, en donde vivía plácidamente de su trabajo, educando los hijos que su esposa le había dado en el temor de Dios y en el sentido del trabajo y la lealtad; no había entre sus vecinos quien no se hubiera complacido en su bondad o en su rectitud; el mundo habría tenido, en suma, que celebrar su memoria, si no se hubiera él extraviado en el cultivo de una virtud. Mas el sentido de la justicia lo convirtió en bandido y asesino”.

Este el comienzo de Michael Kohlhaas de Heinrich von Kleist. De forma ritual, y en compañía de su musa Henrietta Vogel, este dramaturgo y narrador alemán se suicidó en 1811, con solo 34 años. Ese gesto de supremo desprecio a la vida, junto a la importancia de su obra, confirmó a Kleist como uno de los principales autores románticos germanos. Comedias como El cántaro roto y narraciones como La marquesa de O. y ésta que hoy comentamos, siguen siendo leídas y admiradas en la actualidad.

Michael Kohlhaas se publicó dentro de un volumen de novelas cortas en 1810. Kleist se basó en una crónica de principios del siglo XVI y solo transformó algunos aspectos de la historia real. Kolhaas es un tratante de caballos que se ve detenido en su camino cuando lleva una reata a través del territorio del aristócrata sajón Wenzel Von Tronka. Este le quita abusivamente dos de sus caballos y se los arruina, maltratando incluso a su leal servidor. Kohlhaas presenta querella ante el tribunal sajón competente, pero los altos apoyos del noble, consiguen desestimarla. Su mujer, entonces, intenta llevar una petición al Príncipe elector de Brandenburgo, pero golpeada por la guardia, muere sin conseguirlo. A partir de ese momento, Kohlhaas decide tomarse la justicia por su mano y al frente de una tropa de campesinos asalta e incendia el castillo de Tronka y la ciudad de Wittenberg. Solo la mediación de Martín Lutero consigue detener su furor justiciero. Y hasta aquí les contaré el argumento de una historia, con un giro final paradójico, aportado por la imaginación genial del autor.

Kleist emplea un tono de cronista objetivo, singularmente moderno, en la narración, y utiliza todas las posibilidades expresivas del alemán, un idioma que tiende a la continua subordinación de proposiciones, dando como resultado frases interminables. Pero aún así, Michael Kohlhaas es un relato épico cuya acción avanza a galope tendido, con un ritmo enfebrecido, hasta el final. El autor consigue, además, crear uno de los arquetipos más memorables del rebelde romántico, y legarnos una aleccionadora ilustración de los peligros de la pasión fanática. Razones más que suficientes para revisar este clásico alemán, que encontrarán, entre otras, en ediciones Destino. Michael Kohlhaas, de Heinrich von Kleist.

Javier Aspiazu

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