El tocho. El puente de San Luis Rey, de Thornton Wilder

El viernes 20 de Julio de 1714, a la hora del mediodía, el más hermoso puente de todo el Perú hubo de quebrarse, precipitando al abismo a cinco transeúntes. Este puente se hallaba en el camino real de Lima a Cuzco y centenares de personas pasaban por él a diario. De fábrica incaica, hecho de juncos entretejidos, contaba más de un siglo de existencia, y no había forastero que no fuese conducido a admirarlo como una de las curiosidades del lugar. … pero aunque los caballos, carruajes y literas tenían que bajar por otro camino unos cuantos centenares de pies, para cruzar luego en zataras el angosto torrente, ningún viajero del virrey y del mismo arzobispo de Lima para abajo, habría consentido en descender con sus bagajes antes que cruzar a pie el famoso puente de San Luis Rey.

Así comienza El puente de San Luis Rey de Thornton Wilder. Este escritor estadounidense fue autor de magistrales novelas históricas, como Los idus de marzo y ésta que hoy comentamos, además de un celebrado dramaturgo, una de cuyas obras, Nuestro pueblo, es todo un clásico de la escena contemporánea. El puente de San Luis Rey, publicada en 1927, cuando el autor tenía 30 años, fue su primer gran éxito. El lector quedará sorprendido a medida que se adentre en esta breve pero sustanciosa novela, por la erudición del joven autor. Su conocimiento del Perú colonial y de las tradiciones culturales y literarias que lo conformaban se aprecia desde las primeras páginas. Pero todo este preciso marco no es sino el pretexto para ilustrar una aguda interrogante: ¿es la divina providencia la que rige nuestros destinos o todo lo que nos acontece es puro azar? Eso es lo que se pregunta Fray Junípero después de asistir como testigo al hundimiento del puente arrastrando a cinco personas. Decidido a demostrar la intervención divina en este accidente, investigará la vida de las víctimas.

Esta ingeniosa excusa le sirve al autor para narrar varias historias diferentes con ocasionales nexos de unión entre los cinco personajes cuya biografía se nos cuenta. Entre ellos destacan la Marquesa de Montemayor, una estrafalaria y borrachuza versión de la escritora francesa Madame de Sevigné, con la que comparte su pasión por la literatura epistolar; y, sobre todo, el Tío Pío, aventurero de múltiples talentos y gran promotor del teatro limeño, cuya devoción incondicional por la Perrichola, actriz a la que descubre a los 12 años y convierte poco a poco en la reina indiscutible de los escenarios, es conmovedora. El Tío Pío nos revela la dolorosa paradoja de que una actriz experta, como es su protegida, sea incapaz de expresar amor porque nunca lo ha sentido verdaderamente. Ejemplo espléndido, éste, de la sagacidad psicológica del autor.

Estamos ante una novela de original entramado, escrita con una prosa tersa, concisa y elegante; cargada de buenas intenciones, demasiado evidentes, pero con la honestidad, al menos, de dejar sin respuesta la pregunta que da origen a la trama. Aun así, les aseguro que la incertidumbre acerca de nuestros destinos siempre será menos angustiosa pudiendo leer pequeñas maravillas como El puente de San Luis Rey, de Thorton Wilder, disponible en editorial Edhasa.

Javier Aspiazu

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