Rafa Cervera, David Bowie y la Valencia de su adolescencia

Esta novela es un canto de amor a la música y también una historia de aprendizaje. Lo de la música era esperado conociendo la biografía del escritor. Porque Rafa Cervera es un periodista valenciano que se ha dedicado principalmente a escribir de música en revistas y diarios y a comentarla en radios y televisiones. Ha trabajado por ejemplo en Ruta 66, Jot Down o Radio 3 y escribe actualmente en el diario El País. Además ha publicado varios libros de contenido musical como Alaska y otras historias de la movida y Estricnina, dedicado al famoso fanzine de principios de la década de los ochenta. Lejos de todo es su primera novela. Lo de la historia de aprendizaje también, porque parece beber de los recuerdos de juventud del autor.

La historia está articulada en torno a dos acontecimientos que transcurren con un año de diferencia y que se cuentan en paralelo. Por un lado la visita hipotética de David Bowie a Valencia, una visita de la que no hay constancia pero que pudo suceder. Habría sido en la primavera de 1976 y Bowie es ya una estrella global que vive al filo del abismo. Acaba de pasar por Los Ángeles, Berlín y París, viviendo al límite y enganchado a la cocaína. A la capital valenciana llega con el loco e inocente JimmyIggy Pop– y con Coco, su asistente personal. Es el momento: o se hunde para siempre o sale renacido de sus cenizas. Y otro por lado está, un año después, en el verano del 77 la relación entre un adolescente de quince años con dos hermanos: El Regónzer, al que le une su pasión compartida por Bowie y que lo único que quiere en la vida es  convertirse en una estrella del rock, y Cara Cervera, un año mayor que los dos y que es una especie de “femme fatale” ante la que nuestro adolescente cae rendidamente enamorado. Las dos historias están unidas por un encuentro casual entre Bowie y El Regónzer, al que éste ve de lejos cuando el músico británico participa en una especie de fiesta montada en su honor. Ni que decir tiene que nadie cree a El Regónzer cuando dice que ese encuentro se ha producido. Un Bowie, al que Cervera describe así en esa fiesta: “Viste camisa blanca, chaleco beige, pantalón de pinzas, zapatos de ante marrón. Los colores de su atuendo contrastan con lo llamativo de sus ojos; y con el rojo degradado a rubio de su pelo. Come poco y habla continuamente; sus aspavientos poseen una inusitada calidad. Resulta especial, nunca es artificioso. La cordialidad que emana hace que tarde o temprano todos olviden quién es”.

La novela es una delicia que bucea muy acertadamente en ese primer encontronazo con el incomprensible mundo adulto: la música como elemento conductor de nuestros sueños, los primeros y dolorosos amores, las primeras desilusiones, ese vagabundear adolescente por calles arrasadas por el calor del verano… Pero también es un interesante acercamiento al mito, personificado por David Bowie: sus angustias, sus dudas, su miedo al fracaso, el abrumador peso del éxito, el proceso creativo (siempre con un cuaderno encima para escribir impresiones, primeros esbozos de canciones), la búsqueda de algo a lo que agarrarse para salir a flote. Brian Eno le dijo a Bowie “rodéate de gente que te resulte extraña en un sitio en el que no quieras estar y limítate a introducirte en él: haz de cualquier circunstancia una ventaja”. Y Bowie, que siempre fue una persona muy curiosa, siguió esta máxima al pie de la letra. Y se salvó.

Rafa Cervera firma un debut literario hermosísimo, que rezuma una triste melancolía. “Velocidad de la vida. No puedo competir con ella”, se dice. Una novela en la que la música de Bowie susurra en nuestros corazones, mientras paseamos por la vieja Valencia de la Transición, en tiempos de ilusiones y de esperanzas, tal vez desmedidas. Pero es lo que toca cuando eres joven: toca imaginar y soñar. Por cierto, maravillosos los dibujos de la canaria Roberta Marrero.

Enrique Martín

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *