El tocho. La dama de blanco, del británico Wilkie Collins

Era el último día de Julio. El largo y caliente verano llegaba a su término, y nosotros, los fatigados peregrinos de las empedradas calles de Londres, pensábamos en los campos de cereales sombreados por las nubes o en las brisas de otoño a las orillas del mar.

En lo que a mí se refiere, el agonizante verano me estaba quitando la salud, el buen humor y, si he de decir la verdad, también dinero. Durante el último año no administré mis ingresos tan bien como otras veces, y esta imprevisión me obligaba ahora a pasar el otoño de la manera más económica, entre la casa de campo que poseía mi madre en Hampstead y mi apartamento en la ciudad”.

Así se inicia La dama de blanco, de Wilkie Collins. La novela más conocida de este autor británico se publicó por entregas en 1860, en una revista, All the year round, fundada y dirigida por Charles Dickens, de quien fue amigo y con el que llegó, incluso, a colaborar en varias narraciones. Tras su muerte en 1889, Collins quedó algo olvidado a causa del declive de la calidad de su obra durante las dos últimas décadas de su vida. Pero buena parte de su amplia producción se ha recuperado a lo largo del siglo XX, reeditándose de continuo, convertida en un clásico indiscutible.

La dama de blanco nos cuenta la historia de Laura Fairlie, joven heredera enamorada de su profesor de dibujo, Walter Hartridge, y correspondida por éste. Laura debe casarse, sin embargo, con sir Percyval Glyde, amigo de su difunto padre, con el que ya está comprometida. Sir Percival, en realidad, solo quiere hacerse con el dinero de Laura para evitar su ruina, e intentará conseguirlo con la ayuda de su amigo, el italiano conde Fosco, uno de los malvados más inteligentes e insidiosos de la historia de la literatura. Pero a sus maquinaciones, que incluyen el internamiento forzado de Laura en un manicomio y el asesinato de la misteriosa dama de blanco del título, se oponen  la valiente y leal Marian Halcombe, hermanastra de Laura; y su enamorado, que retorna de un largo viaje cuando más necesaria es su ayuda.

Estos son los mimbres de un argumento que acaba siendo cautivador y cuya resolución les animo a descubrir. Collins domina la técnica folletinesca consistente en dejar cada capítulo en el punto más alto de dramatismo, lo que garantiza el interés continuado del lector. Como en La piedra lunar, su otra gran novela, en ésta que hoy comentamos, la trama está contada en primera persona por los diversos actores de la narración, que aportan su punto de vista particular de los hechos. Collins utiliza cartas, diarios, relaciones de testigos, para armar, un puzle fascinante; una mezcla perfecta de relato de intriga, historia de amor y novela de aventuras, en la que, quizá por la influencia de Dickens, los personajes están más perfilados y resultan más creíbles que en otros relatos publicados por entregas.

Muy diversas editoriales les proporcionarán el enorme placer de leer este apasionante precedente de la literatura policiaca que es La dama de blanco, de Wilkie Collins.

Javier Aspiazu

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *