Pedro Ugarte, confidencias de vida y literatura

Los libros de notas de los escritores ejercen sobre mí una atracción innegable, y sospecho que es un género que interesa a la mayoría de los amantes de la literatura. Solemos llegar a esos trabajos con la expectativa de conocer mejor al autor, de conocer la esencia de su pensamiento, su actitud vital, quizás, su grado de esperanza, pero sucede que no siempre el autor se deja ver y que, por ello, estos libros de notas resulten un tanto fríos. No es el caso de Lecturas pendientes (anotaciones sobre literatura), el nuevo libro de Pedro Ugarte, adscrito a este género ensayístico. El bilbaíno convierte a los lectores en confidentes, y aunque la literatura sea el eje central, en realidad,  de lo que nos habla, con mucha  honestidad, diría yo, es de la vida misma.

En Lecturas pendientes, Ugarte recuerda cómo nació su vocación de escritor: “Nunca he querido hacer ninguna otra cosa que no sea escribir. No sé cómo ni por qué se alojó esa idea en mi cabeza. Ni puedo explicarla, ni puedo entenderla, ni me importa demasiado no poder hacerlo”. Comparte con nosotros cuáles son sus autores favoritos, los sinsabores y las satisfacciones del oficio de la escritura y a qué insospechados pliegues de la memoria lo devuelven algunos pasajes de sus lecturas…; la memoria, la infancia, tan presentes en este libro donde asegura que la patria no es la infancia sino la inocencia. “No tuve una relación demasiado estrecha con mi padre. Pero hubo un tiempo, en verano, en que íbamos los dos juntos desde Zarauz a Guetaria a comer un par de nécoras y a beber yo un mosto dulce y él un vino blanco helado. Hablábamos de cosas imposibles, esas cosas que jamás podrían compartir un hombre de cincuenta y seis años y un niño de doce. Esa conversación imposible, impracticable, que se repetía y terminaba siempre en el fracaso fue una patria. La mía”.

La enfermedad, la vejez y el paso del tiempo están también presentes en estos apuntes y en ocasiones, aborda esas cuestiones desde el  sentido del humor, tan necesario: “Muchas cosas cambian cuando envejeces: por ejemplo, el modo de no mirarme que tenían antes las mujeres es totalmente distinto al modo de no mirarme que tienen ahora”. Otro apunte sobre la vejez en un tono bien distinto: “Leyendo los diarios, los ensayos o los libros de memorias de muchos escritores ancianos, el tremendismo se convierte en una fórmula de estilo. Todo son juicios altisonantes, admoniciones morales: el mundo se derrumba, la civilización se corrompe, donde no domina el dinero domina la ambición. Todo se vuelve apocalíptico, aterrador, irrespirable. Si llego a la vejez, espero hacerlo con la lucidez suficiente como para no confundir mi propia extinción con la del mundo”.

El amor por Bilbao, observaciones muy afiladas sobre el euskera o sobre lo que sería para él un vasco típico, pasajes sobre la familia, sobre la paternidad o sobre las relaciones de pareja, ocupan su lugar en unas páginas en las que Ugarte se define como liberal y católico.

Con un tono a veces un tanto pesimista, otras, melancólico, otras critico o irónico, pero dominado siempre por el realismo y por el esfuerzo consciente de tratar de analizar su subjetividad con cierta distancia, Lecturas pendientes logra que el lector dialogue también consigo mismo. Literatura a raudales: opiniones sobre el cuento, sobre la novela, sobre la crítica, sobre la amistad con algunos autores y sobre ciertas decepciones.  Entradas extensas o  tan breves como aforismos. Un ejemplo más: “El amor no es un sentimiento, el amor es una decisión. Entender esto es entenderlo todo“. Un libro este, en definitiva, para tomar nota y para tomar notas también.

Txani Rodríguez

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