Vidas casuales en la Holanda de Maartje Wortel

Hay libros a los que te enfrentas con una cierta excitación (por lo que has leído de ellos, por lo que te han contado, por lo que te sugiere el primer contacto táctil y visual en una librería). Libros que sabes que van a ser diferentes aunque no sean satisfactorios, o por lo menos no satisfactorios del todo. Libros incluso que en los primeros momentos de lectura te pueden producir una cierta sensación de extrañeza, de “¡pero que narices me estás contando!”, expresión que luego se transforma o puede transformarse (no siempre) en un “¡ah!, con que era esto”. Pues bien, todo este torrente de sensaciones me ha provocado la lectura de Peces de colores y hormigón, un texto breve pero torrencial, narrado en primera persona, que firma la holandesa Maartje Wortel (nacida en 1982 y que vive en Amsterdam) y que al parecer fue un éxito clamoroso en su país hace dos años.

Es difícil definir qué es este texto. De entrada no sabemos si se trata de una confesión autobiográfica o de una novela. En todo caso parece una balada, una historia sobre los orígenes, sobre el azar y sobre el amor. La narradora habla al comienzo con alguien al que no se identifica hasta el final. La narradora cuenta a ese interlocutor desconocido cómo se conocieron sus padres, cómo fue su historia de amor –imperfecta, como todas las historias de amor- y cómo ese amor acabó trágicamente. El padre es un tipo especial, cree que el amor nos encontrará hagamos lo que hagamos. Por eso un día coge su coche y empieza a conducir sin destino fijo hasta que un impulso le hace salir de la autopista hacia un pueblo llamado Tilburg. Vagabundeando encuentra a una chica, resulta ser el amor de su vida y la madre de la narradora. Pero, como decíamos, todo es imperfecto. Y el padre vive de aventura en aventura con otras mujeres, sin abandonar jamás a esa mujer que sabe de sus devaneos, pero que hace como que no sabe. No sabemos si la infancia y adolescencia de la protagonista es feliz. Solo sabemos lo que sucedió.

Hay muchas ideas en este libro, mucha “filosofía”. Se pueden resumir en unas cuantas frases extraídas de él. “La vida no empieza hasta que tienes un hogar”. “Antes creía que el corazón sólo podía latir, pero puede hacer mucho más”. “Hay una gran diferencia entre querer realmente algo y creerlo, es decir, creer que lo quieres”. “Una persona infeliz es, igual que una persona feliz, un egoísta”. “Es mejor caerse con la persona adecuada que mantenerse de pie con la equivocada”. “¿Quién quiere la verdad? Yo no. No es dulce. Es siempre una mujer, vestida de negro”. “Tienes que cuidar a la gente que amas. Tratarla con cuidado. O, al menos, con todo el cuidado que se pueda. Vale, no con excesivo cuidado, que eso tampoco es bueno”. “Quiero abrir los brazos y saber lo que mido, y sobre todo lo que no mido, equivale a la forma en que funciona el mundo”. Y, finalmente, “hacemos cosas porque es posible hacerlas”. Frases que funcionan como mantras.

Al final, y no quiero desvelar el quid de la cuestión, sabremos quién es la persona a la que se dirige la narradora y sabremos que lo contado es tan solo una justificación para poder empezar otra historia de amor, en otro tiempo, en este tiempo. Otra historia de amor marcada por el azar. “Déjate llevar por el azar”, parece decir la autora, porque no podemos dirigir nuestras vidas o por lo menos no podemos hacerlo en las direcciones que planeamos: “No sabemos lo que ocurrirá, pero estamos aquí, existimos, nos movemos”. Un libro sugerente, poético, impresionista y extrañamente profundo.

Enrique Martín

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *