El tocho. Fiesta al Noroeste, de Ana María Matute

El látigo de Dingo hablaba seco como un relámpago negro. Estaba lloviendo desde el amanecer, y eran ya las tres de la tarde, tres días antes del Miércoles de Ceniza. El agua empapaba las crines del viejo caballo y el carro del titiritero rumoreaba sus once mil ruidos quemados: sonrisas de caretas y pelucas, bostezos de perros sabios y largos, muy largos lamentos  sin voz. Todo esto lo presentía Dingo desde el pescante como un cosquilleo en la nuca. Porque allí dentro del carro pintado a siete colores, yacían  el viejo baúl de los disfraces, el hermano mudo que tocaba el tambor, y los tres perros amaestrados, todos dormidos bajo el repique del agua. Acababan de asomarse a la comarca de Artámila en un pleno Carnaval sobre la tierra indefensa. Artámila era poco agraciada al trabajo con su cielo y su suelo hostiles a los hombres.

Así comienza Fiesta al Noroeste de Ana María Matute. Dentro de la larga trayectoria de la gran escritora catalana, la novela corta que hoy les recomendamos es una de las más representativas de su primera etapa. Ganadora del premio Café Gijón de 1952, Fiesta al Noroeste responde en su temática y estilo al realismo social predominante en la época, aunque embellecido por una prosa de sorprendente plasticidad, llena de recursos expresivos: metáforas, comparaciones, sinestesias, etc. La calidad poética del lenguaje reviste a la historia, dura y dramática, de un ropaje estético que atenúa la violencia de los acontecimientos.

Estos se pueden resumir así: el titiritero Dingo, de paso por la Artámila, la inhóspita comarca de la que escapó treinta años atrás, tiene la mala suerte de atropellar y matar accidentalmente a un niño. Para salir del embrollo, pedirá ayuda al terrateniente del pueblo, Juan Medinao, su amigo de la infancia. Con la aparición del titiritero, a Medinao, personaje deforme, codicioso y acomplejado, le asaltan los recuerdos de la niñez. Evoca el desprecio del padre y la burla de sus compañeros de colegio, el suicidio de su madre y la creciente envidia que le inspira su hermano bastardo, Pablo Zácaro, joven seguro, decidido, valiente, al que todos respetan y aprecian, y que llega a encabezar una huelga de jornaleros. Una envidia hacia su hermano que se convierte en un amor turbio e inexplicable…

Y hasta ahí les contaré los mimbres de una trama desarrollada con un admirable dominio del lenguaje al servicio de los temas que empezaban ya a obsesionar a la Matute: los efectos de la posguerra –uno de los cuales es esa pobreza que se extiende, incluso, a la descripción del paisaje, lluvioso, hosco e inhóspito, de la Artámila, de la que casi nadie puede escapar-, y la memoria o la pervivencia de la infancia en los adultos. Cuando trata este último, la autora no se limita a describir la realidad, sino que bucea en los sentimientos y la subjetividad de los personajes, y lo hace con un lirismo que en algunos momentos recuerda a los grandes poetas de generaciones anteriores.

Es esta una novela pesimista y áspera, pero en cualquier caso, espléndida, que revela ya a una gran estilista poseedora de un universo propio. Una de las mejores introducciones a la amplia obra de Ana María Matute: Fiesta al Noroeste, en ediciones Cátedra.

Javier Aspiazu

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