Dennis Lehane, maestro absoluto del género negro

Alabar la obra del autor de Mystic River, Shutter Island, Adiós, pequeña, adiós, Vivir de noche y La entrega, por mencionar solo sus novelas llevadas a la gran pantalla, y que ha escrito guiones para Boardwalk Empire y The Wire, es una redundancia. Todo el mundo sabe que es un magnífico autor, y no solo porque cineastas tan destacados como Clint Eastwood, Martin Scorsese o Ben Affleck en su mejor versión se hayan fijado en sus novelas, sino porque la serie entera protagonizada por Kenzie y Gennaro, la pareja de detectives de Boston, es un ejemplo feliz de lo que deberían ser todas las novelas negras que quieran seguir la senda de los grandes clásicos y porque la trilogía Coughlin es un retrato implacable de una época y unas gentes como pocas veces se había visto en los libros y, además, Ese mundo desaparecido, la tercera novela de la serie, es quizá el mejor trabajo de Lehane. Pues bien, es redundante alabar a Lehane pero no podemos evitarlo porque nos gusta mucho y nos parece que no tiene la repercusión que merece más allá de los círculos muy especializados, cuando cualquier lector, incluso aquel que no se acerca al género, debería rendirse ante su magnífica escritura, sus bien retratados personajes, sus diálogos implacables y su perfecto tratamiento del tiempo narrativo.

Después de la caída, su última novela contiene tres narraciones en una: empieza como un melodrama sobre una mujer que busca a su padre que la abandonó cuando era niña, una ausencia de la que jamás se ha recuperado; pasado el primer tercio de la novela nos encontramos con un domestic noir de manual: la protagonista se pregunta quién es el tipo con el que se ha casado y por qué hay tantas evidencias de que le está mintiendo; terminada esta parte nuestra heroína se lanza a una aventura digna de Patricia Highsmith, enfangándose cada vez más en los misterios derivados de la actividad de su marido y arrostrando peligros sin cuento en otra buena muestra del manejo de los resortes del género que Lehane tiene. Hay, por supuesto, muchos giros sorprendentes y también algunas trampas que perdonamos porque son pequeñas manchitas en un historial impecable, como siempre los diálogos son precisos y de duración adecuada y los personajes tienen una traslación al papel que los identifica perfectamente.

No esperábamos menos de Lehane. Quizá no es su mejor trabajo, seguramente no es una novela perfecta, pero sigue siendo Lehane el autor que, cada vez que publica una nueva intriga, te hace dejar lo que estás leyendo para dedicarte a su libro con muchas ganas. Y eso cada vez pasa menos con otros autores, así que alegrémonos de tenerle. Y si quieren conocerle un poco mas busquen en los episodios televisivos de Castle donde suele compartir timba de póker con el protagonista y con otro interesante escritor como es Michael Connelly.

Félix Linares

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