El estupendo debut negro de Inés Plana

Morir no es lo que más duele es el título de la primera novela de la oscense Inés Plana. Se ha destacado que no es habitual que una editorial como Espasa publique a puerta fría, es decir, a partir del envío del manuscrito de un autor desconocido, pero eso es exactamente lo que le ha sucedido a esta licenciada en Ciencias de la Información. Sin embargo, no debería resultarnos tan extraño porque esta novela negra tiene, en efecto, muchos elementos que pueden conectar con la nutrida legión de seguidores de este género. El desencadenante de la historia es la aparición de un hombre ahorcado en un pinar, un hombre al que alguien le ha arrancado los ojos. En uno de sus bolsillos, aparece un nombre, Sara Azcárraga, y ese será el hilo del que tiren el teniente de la Guardia Civil Julián Tresser, y el cabo Coira.

A medida que la investigación avance y algunas revelaciones anuden a investigadores e investigados, a víctimas y sospechosos, al pasado y el presente de varios de los personajes principales de la trama, también iremos conociendo las vidas privadas de los protagonistas: la difícil relación de Tresser con su madre; los sobresaltos en la relación de Coira con su novia; la infancia terrible de Sara Azcárraga; y además entrarán en juego otros personajes, como la psiquiatra que atiende a Sara, la viuda del asesinado y su hermano. La aparición del hombre ahorcado está conectada con un hecho terrible que sucedió en el pequeño pueblo abulense del que procede el teniente Tresser, y cuyos moradores también tendrán relevancia en la historia. Sin duda, la trama que ha ideado Plana, en la que las casualidades son una baza importante, es compleja, pero se sigue con facilidad. Los lectores podrán ir haciendo sus cábalas, los más avezados puede que vayan acertando, pero, en todo caso, la novela tiene muchos puntos de giro que sorprenderán en uno u otro grado.

Hay que destacar el esfuerzo en la construcción de los personajes, cada uno con sus aficiones (ya sea la micología, la colección de estilográficas o la poesía), cada uno con sus heridas, y, además, el narrador en tercera, que va poniendo el foco de forma alterna en cada uno de los personajes principales, nos permite saber cómo actúan en la intimidad, qué piensan, qué temen o que anhelan. Por otro lado, Plana ha trabajado la verosimilitud creando tipos imperfetos: la homofobia del teniente, el machismo del cabo, la soberbia de la psiquiatría… Por último, me han gustado especialmente los escenarios elegidos por la autora para desarrollar la acción, no demasiado manidos: las afueras de Madrid, es decir, pueblos como Torrelodones o impersonales urbanizaciones, y el pequeño pueblo, ficticio, creo, de Hoyo de las Aguas.

En resumen, Morir no es lo que más duele proporciona una lectura adictiva, en la que las vidas privadas de los personajes se mezclan con la investigación, y en la que no hay cabida para el aburrimiento. La ópera prima de una autora que, diría, ha llegado para quedarse.

Txani Rodríguez

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