El tocho. Mi Ántonia de Willa Cather

Oí hablar de Ántonia por primera vez en lo que me pareció un viaje interminable a través de la gran llanura central de Norteamérica. Entonces tenía yo diez años; había perdido a mi padre y a mi madre en el intervalo de un año, y mis parientes de Virginia me enviaron a casa de mis abuelos que vivían en Nebraska. Viajaba al cuidado de un chico de la frontera, Jake Marpole, uno de los “peones” de la vieja granja de mi padre, al pie de los montes Azules, que iba al Oeste, a trabajar para mi abuelo. Jake no tenía mucha más experiencia del mundo que yo. Jamás había subido a un tren hasta la mañana en que partimos juntos para probar fortuna en un nuevo lugar.

Así comienza Mi Ántonia de Willa Cather, la obra más representativa de una gran escritora estadounidense, que solo en las últimas décadas ha comenzado a conocerse y valorarse en su justa medida. Cather no solo fue pionera en la colonización de territorios tan inhóspitos y poco poblados como Nebraska, donde su familia se instaló cuando ella tenía nueve años, sino también en la conquista de los derechos de la mujer. Cuando aún estaba solo abierta a un público masculino, acudió a la Universidad vestida de hombre, y vivió con su compañera Edith Lewis más de cuarenta años, mientras ejercía actividades como las de periodista, editora o maestra, hasta que pudo dedicarse por completo a la escritura. Al igual que Pioneros novela aparecida cinco años antes, Mi Ántonia publicada en 1918, está claramente inspirada en las vivencias de la autora.

El abogado Jim Burden rememora su infancia pasada en compañía de sus abuelos, granjeros de Nebraska a fines del siglo XIX, época del gran asentamiento de inmigrantes checos y escandinavos en las grandes y despobladas llanuras de este Estado. La relación con una familia checa, recién instalada en las cercanías del pueblo de Black Hawk, y más concretamente con la hermana mayor, Ántonia, le marcará para siempre. La bella Ántonia representa las virtudes y el espíritu del pionero. Su bondad esencial y la capacidad para un esfuerzo denodado, constante y generoso, son los rasgos que seducirán a Jim, y que éste nunca podrá olvidar durante su ausencia de más de veinte años.

Como contraste a la voluntad de arraigarse de Ántonia, que se convertirá en madre de familia numerosa, Cather nos presenta las figuras pintorescas y errabundas de los peones Jake Marpole y Otto Fuchs, y a un elenco de figuras femeninas, todas ellas extremadamente laboriosas y decididas, como la hermosa noruega Lena Lingaard o la sueca Ole Solkbeist, que saltan por encima de su dudosa reputación para convertirse en empresarias de éxito.

Extrayendo la máxima belleza de una prosa directa y sencilla, Cather nos da la impresión en esta obra de hollar una naturaleza casi virgen, de acceder a grandes espacios abiertos donde, en expresión de la autora, el aire es transparente, y se siente la felicidad en el acto de diluirse en algo completo y grandioso. El resultado es una novela memorable, un hermoso canto épico al trabajo cotidiano y a la lucha contra la adversidad.

Mi Ántonia, de Willa Cather, en Alba editorial.

Javier Aspiazu

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