Kazuo Ishiguro: ser feliz o ser fiel a la causa

Recomendar Egunaren Hondarrak es no jugársela mucho, la verdad, porque el libro es excelente y no lo digo solo yo, hay una rara unanimidad entre lectores y críticos. Pero no siempre tenemos que ser originales, no, al menos, si para tratar de serlo decimos tonterías. Egunaren Hondarrak, una novela escrita por el Premio Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro es una delicia. A mí este autor de origen japonés, pero afincado hace mucho en Gran Bretaña, me encanta, y de hecho Nunca me abandones es uno de mis libros favoritos; sin embargo, tenía pendiente leer esta novela, la que, por cierto, le hizo mundialmente conocido. Así que cuando vi que tenía la posibilidad de leerla en euskera traducida por Amaia Apalauza e Iñigo Roque no me lo pensé. Esta traducción, creo que es pertinente apuntarlo, llega gracias al Premio Jokin Zaitegi, organizado por Arrasataeko AED elkartea y la editorial Elkar, con la colaboración del Ayuntamiento de Mondragón, y el objetivo del premio es traducir a los Nobel de Literatura. Lo mejor que puedo decir sobre la traducción es que no se nota que estamos ante una traducción, para mí es lo más importante; es decir, que entramos en el universo del libro y los traductores, que tienen la vocación de hacerse invisibles, desaparecen tras la historia. En mi opinión, y sin que pueda comparar esta versión con la original, Iñigo Roque y Amaia Apalauza han hecho un gran trabajo. Y leer en euskera Egunaren Hondarrak además de ser un lujo es altamente recomendable.

Bueno, hablaré ahora de la historia, aunque es bien conocida. Igual recuerdan, además, la adaptación cinematográfica que James Ivory hizo con Anthony Hopkins, Enma Thompson y Cristopher Reeves en los papeles principales; la película se titula Lo que queda del día. En todo caso, les contaré que Egunaren Hondarrak está protagonizada por Stevens, un mayordomo old scholl digamos, el arquetípico mayordomo inglés. La historia se desencadena cuando el señor Farraday, el hombre para el que trabaja, le propone que, mientras está de viaje en Estados Unidos, use su coche y viaje para conocer mejor el país. La propuesta produce en Stevenes esta reflexión que ya nos acerca a su carácter“(..) nire ofizikook, nahiz eta herrialdeko toki askorik ikusi ez landa-eremuan barrena ibiliz edo leku pintoreskoak bisitatuz, jende gehienak baino Ingalaterra gehiago ezagutzen genuela, herrialdeko dama eta jaun printzipalenak elkartzen baitziren gure nagusien etxeetan”. En todo caso, y con la idea de localizar a la señora Kenton, que trabajó hacía un tiempo en la mansión del señor Farraday, y a quien le gustaría volver a contratar, Stevens emprende un viaje desde Oxfordshire hasta Cornualles en el verano de 1956. Durante los días que dura el trayecto, el mayordomo recordará cómo ha sido su vida, o cómo cree que ha sido, porque la memoria, ya se sabe. Comprenderemos que ha antepuesto su trabajo a todo lo demás, que cumplir con sus funciones en Darlington Hall lo ha convertido en una persona por la que no parece correr la sangre. Por eso, se agradecerá que por el camino se encuentre con personajes que se enamoran, que se sublevan, que tienen sueños que cumplir. Del mismo modo, resulta interesante ver la huella que la II Guerra Mundial ha dejado en las entrañas de Inglaterra, una guerra en la que el señor Farraday coqueteó, por cierto, con el nazismo.

Con una estructura y un argumento sencillos en apariencia, Egunaren Hondarrak nos interroga sobre algo un tanto borgiano, si hemos sido felices o si como Stevens nos hemos entregado a una causa, la suya laboral, perdiéndonos quizás muchas cosas. Para saber hasta qué punto este viaje cambia a Stevens no hay más que adentrarse en las páginas de esta magnífica novela, y disfrutar.

Txani Rodríguez

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