Mateo de Paz y el terrorismo irónico

Las discípulas es la ópera prima del escritor de Santurtzi, afincado en Madrid, Mateo de Paz. Se trata de una obra voluminosa, y de gran (y loable) ambición literaria. Escrito a fuego lento, con frases largas y observaciones muy lúcidas, este texto deja poso. El narrador se llama Marcelo, y como el autor deja un día el País Vasco para ir a Madrid, donde trabaja como profesor de Literatura por las mañanas y, por las tardes, como profesor también en una escuela de escritura. Es padre de un bebé y está enamorado de su pareja. Un día, Hugo J. Platz, que había sido su compañero en un instituto de Leganés, le pide que le ayude a continuar el relato sobre ETA que había comenzado su padre. Marcelo acepta y poco a poco irá obsesionándose de tal modo con el proyecto que pondrá su vida patas arriba. Confunde la vida con la ficción y acaba enredándose en situaciones que poco tiempo atrás no habría ni imaginado.

El terrorismo es uno de los temas que vertebra la novela, pero no solo el terrorismo de ETA sino otros terrorismos también, que aventuran, por cierto, el signo futuro de los tiempos. Podemos concretar: uno de los personajes protagonistas –y personaje también del manuscrito en el que trabaja Marcelo– es una agente secreto del Ministerio de Defensa. Recibe el encargo de viajar a Bilbao e introducirse en ETA, pero acaba dentro de un grupo terrorista que persigue, atención, la perfección gastronómica.

Los planteamientos irónicos son unos de los pilares de la novela, que irá cambiando de escenarios a medida que avance la trama; pero, sin  duda, uno de los aspectos más destacables del libro es la estructura, una estructura en la que los planos, en principio, de ficción se imbrican con el plano real, algo que nos lleva a pensar que tal vez ficción y realidad no se confundan, sino que sean la misma cosa. “Siempre he pensado que en la escritura de ficción no se necesitan todas las horas del mundo, pero sí el mundo real a todas horas”, dice el narrador.

La identidad es también motivo de reflexión en Las discípulas, y los cambios de identidad tienen peso argumental. El azar, presente ya en el arranque del libro, también es importante. “Si en diciembre yo creía en el azar, que muchas de las cosas que acaecen por la buena o mala suerte de los necios son empujadas en verdad por esa fuerza misteriosa que ni controlamos ni jamás podremos dominar”, asegura Marcela un poco más avanzada la lectura.

Las discípulas es un libro que intriga, y que sorprende por los giros argumentales que irán sumergiendo a los lectores en un círculo fascinante y extraño. Un debut, sin duda, notable.

Txani Rodríguez

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