García Ortega: tres vidas segadas, ninguna culpa asumida

Humberto, Jorge y Fernando eran tres jóvenes de A Coruña que se fueron a vivir a Irún porque allí había más posibilidades laborales que en Galicia. Durante las primeras páginas, García Ortega nos muestra sus vidas, sus anhelos, sus inquietudes –los tres sentían una enorme curiosidad por Rusia-, sus amores, las relaciones con sus padres, y lo hace con tanto detalle que es inevitable sentir empatía. En esas primeras páginas, ya se anuncia también que esas tres vidas se verán truncadas. Un ejemplo: “Humberto, ya sentado en la empresa de transportes donde trabajaba, le consiguió un empleo de turno de mañana, pero solo a título de prueba. Iba a empezar a mediados de abril de ese año. No llegaría a presentarse nunca”. ¿Qué les sucedió? La noche del 24 de marzo de 1973 cruzaron la frontera para ver en Biarritz, El último tango en París, prohibida por el franquismo, y para tomar después unas copas. Buscaban diversión, disfrutar de la férrea amistad que se profesaban, celebrar el reciente anuncio de la boda de uno de ellos, pero nunca regresaron a Irún. Una tumba en el aire reconstruye las últimas horas de los gallegos: un grupo de miembros de ETA los confundió con policías, y los secuestraron, los torturaron y los asesinaron. Adolfo García Ortega refleja la psicosis de los implicados en aquel truculento hecho respecto a los delatores, chivatos o traidores; recordemos que en aquella época, ETA estaba inmersa ya en la Operación Ogro para terminar con la vida de Carrero Blanco.

Durante esas últimas horas que recrea García Ortega, el foco se sitúa de forma alterna sobre los tres jóvenes y sobre sus asesinos, cuyas vidas e inquietudes también llegamos a conocer. El uso del tiempo narrativo es realmente habilidoso en esta novela que, sin caer en el morbo, contiene tramos que resultan bastante duros, quizás, sobre todo, porque estremece pensar que todo aquello ocurrió. Esos pasajes, en todo caso, se compensan con otros pasajes muy tiernos, como, por ejemplo, el que muestra la relación de Jorge con su tío “el rojo”, refugiado en Rusia,  o la de Humberto con su sobrina Luisa o  la de Fernando con su madre.

La novela está recorrida por una especie de mal presagio que sienten varios de los personajes, como si barruntaran el destino fatal que aguardaba a los jóvenes. Y algo sobre la impotencia del destino se transmite al ir leyendo el libro porque los movimientos de los gallegos, por un lado, y los miembros de ETA, por otro, se van a acercando, como se pueda acercar, imparable, un asteroide contra la tierra para impactar de forma brutal.

Desconozco cómo se ha documentado García Ortega para recrear esta historia, pero es evidente que lo ha hecho a conciencia por la minuciosidad con la que relata los hechos.  Además, aunque sepamos el desenlace de la historia, digamos, el autor consigue mantener la tensión narrativa y logra que no nos queramos despegar del libro. Ninguno de los tres jóvenes había alcanzado los treinta años. Los lloraron sus padres y sus madres, todos vivos, que buscaron ayuda en la tosca policía de aquella época, pero el silencio fue lo que se impuso. ETA jamás reconoció su participación en aquellos crímenes. Los cuerpos de los jóvenes nunca aparecieron.

Txani Rodríguez

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