El tocho. Los no lugares del francés Marc Augé

El lugar y el no lugar son más bien polaridades falsas: el primero no queda nunca completamente borrado, y el segundo no se cumple nunca totalmente: son palimpsestos donde se inscribe sin cesar el juego intrincado de la identidad y la relación. Pero los no lugares son la medida de la época, medida cuantificable y que se podría tomar adicionando, después de hacer algunas conversiones entre superficie, volumen y distancia, las vías aéreas, ferroviarias, las autopistas y los habitáculos móviles llamados “medios de transporte” (aviones, trenes, automóviles), los aeropuertos y las estaciones ferroviarias, las grandes cadenas hoteleras, los parques de recreo, los supermercados, la cadena compleja, en fin, de las redes de cables o sin hilos que movilizan el espacio extraterrestre a los fines de una comunicación tan extraña que a menudo no pone en contacto al individuo más que con otra imagen de sí mismo”.

Este es un párrafo de Los no lugares. Espacios del anonimato, de Marc Augé. Publicado en 1992, este breve pero revelador ensayo, intenta realizar, tal y como indica el subtítulo, Una antropología de la sobremodernidad. Expresión esta que le sirve al autor, el antropólogo francés Marc Augé, para caracterizar nuestra época y de paso, polemizar con otros pensadores, como el sociólogo Lipovetski y su hipermodernidad, o el filósofo Lyotard y sus acólitos, que establecieron, con mucha fortuna, el discurso de la posmodernidad.

Para Augé el problema de nuestra sociedad es que está basada en el exceso, que está sobre-dimensionada (de ahí el concepto de sobremodernidad) en tres aspectos fundamentales: en el tiempo, con la superabundancia de acontecimientos noticiosos diarios, que nos impulsan a vivir en un tiempo acelerado, una especie de presente continuo; en el espacio cada vez más amplio, recorrido por los individuos merced a la proliferación de viajes intercontinentales (aunque correlativa y paradójicamente el planeta parezca cada vez más achicado); y por último, en la esfera más íntima, la del yo, objeto continuo de todo tipo de referencias individualizadas.

A esta sociedad sobremoderna le corresponde una nueva concepción del lugar. Los lugares antropológicos, tradicionalmente, se caracterizaban por ser fijos y estables, generadores de identidad y de relaciones culturales. En nuestra sociedad esa concepción cambia y se generan  no lugares, espacios utilizados por los individuos meramente como lugares de tránsito, aeropuertos, autopistas, supermercados, hospitales, donde solo se establecen relaciones efímeras y provisionales, y en los que las personas se sienten ajenas, desvinculadas del entorno. “En el anónimato del no lugar es donde se experimenta solitariamente la comunidad de los destinos humanos”, nos dice Marc Augé. Pero también nos recuerda que fenómenos como el retorno de los nacionalismos son, en primer lugar, un rechazo del orden colectivo, y que los individuos pueden adoptar ante esta sociedad diferentes actitudes: la huida, el miedo, la intensidad de la experiencia o la rebelión contra los valores establecidos.

Como ven, en este lúcido ensayo no solo se diagnostican los males de nuestra cultura, sino que también se apuntan posibles respuestas. Eso lo convierte en un libro valiente y necesario: Los no lugares de Marc Augé, en editorial Gedisa.

Javier Aspiazu

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