El tocho. Los tristes trópicos de Lévi-Strauss

Mi carrera se resolvió un domingo de otoño de 1934, a las nueve de la mañana, con una llamada telefónica. Era Celestin Bouglé, en ese entonces director de la Escuela Normal Superior. Desde hacía algunos años me dispensaba una benevolencia un poco lejana y reticente… porque… no pertenecía a su equipo, por el cual experimentaba sentimientos muy exclusivos. Sin duda, no pudo hacer una elección mejor pues me preguntó bruscamente: “¿Siempre tiene el deseo de practicar etnografía?” “Desde luego”. “Entonces presente su candidatura en la universidad de Sao Paulo. Los suburbios están llenos de indios y usted les podrá consagrar los fines de semana. Pero es necesario que de su respuesta definitiva… antes del mediodía”.

Así comienza el capítulo V de Tristes trópicos, de Claude Lévi-Strauss. Entre la multitud de volúmenes dedicados por los antropólogos a narrar sus exploraciones y trabajos de campo, destaca con justicia este libro magnífico del creador de la Antropología Estructural, Levi-Strauss, uno de los mayores y más influyentes sabios del siglo XX.

Al inicio de su madurez, en 1955, el autor se deja llevar caprichosamente por sus recuerdos, para recrear sus primeros grandes viajes veinte años atrás. El resultado es Tristes trópicos, un libro complejo y fascinante, de estilo desigual, a veces escrito en tono de gran estilista, otras de rápido cronista de campaña, como si el autor estuviera todavía ante la hoguera de su campamento de etnólogo en el Mato Grosso. En cualquier caso, su discurso, preñado de datos y vivencias, es siempre fluido, ponderado, interesante, y por momentos, apasionante.

Lévi-Strauss transmite no solo su reflexión intelectual manifestando, en un párrafo célebre, su deuda con el marxismo, el psicoanálisis y la geología. También, y al hilo de su estancia en el Brasil, nos narra su aventurado periplo como expedicionario, llevado al límite de la enfermedad y el extravío. El etnólogo veinteañero y apasionado, consigue tras casi tres años de campañas, describir mejor que nadie la cultura de los caduveos, bororos y nanbikwaras, en un Matto Grosso cada vez más intrincado e inaccesible.

Entonces llega su momento de gloria, soñado por todo etnólogo, al entrar en contacto con una tribu desconocida: los mundé. Pero esto ocurre en el momento más inoportuno, con buena parte de su equipo, incluida su mujer, atacado por enfermedades tropicales, y lo que es aún peor, sin que nadie pueda ejercer de intérprete ante una tribu todavía sin contactar, cuyo idioma resulta desconocido. Los datos recabados son exiguos. La gloria del etnólogo apenas dura una semana.

Junto a esta dolorosa decepción, verdadero clímax narrativo de la obra, Tristes trópicos nos ofrece la reflexión más profunda que se haya escrito sobre las condiciones y los objetivos de la antropología.

Y una revisión crítica de la cultura humana en su conjunto, con hipótesis sumamente reveladoras, sobre la invención de la escritura como instrumento de poder, sobre la degeneración de las religiones, cada vez más belicosas, o sobre la condición mortífera de la civilización occidental que acaba con todas las culturas con las que entra en contacto. De ahí la necesaria tristeza del antropólogo, testigo de la paulatina desaparición de los pueblos que describe. Una obra maestra que exigiría múltiples relecturas.

Tristes trópicos de Claude Lévi-Strauss, en editorial Paidós.

Javier Aspiazu

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