Marian Izaguirre y el amor interclasista

La carrera de la bilbaína Marian Izaguirre es extensa. Autora de novelas como la exitosa La vida cuando era nuestra, traducida a diez idiomas, y reconocida con premios como el Andalucía de Novela o el Ateneo-Ciudad de Valladolid, regresa ahora a las librerías con Después de muchos inviernos. Esta novela arranca con una escena en la que una mujer es asesinada. En un principio, no sabremos quiénes son esos personajes que aparecen en escena, pero pronto las piezas irán encajando. Sin embargo, a pesar de lo dicho, no estamos ante una novela de intriga porque el nervio del libro no se encuentra en esa subtrama, que, en todo caso, sí añade interés.

La novela arranca realmente un par de páginas después, en el muelle de Arriluce, en el año 1959, y nos muestra el momento en el que se conocen los protagonistas de la historia: Martín y Henar. Martín es el hijo único de una familia de clase obrera, con aspiraciones de escritor, y Henar pertenece a la burguesía de la Margen Derecha. Ella se acerca a Martín, que está pescando en el muelle, le pide un cigarro, Martín le ofrece un Celtas y aunque ella fuma Chester, lo acepta. Y ahí, mientras encienden esos pitillos, prende el argumento de la novela. Martín se enamora en ese instante: “(….) aquella naturalidad con la que me hablaba, que parece acortar la distancia entre ella y yo, la misma que había entre un paquete de Chester y uno de Celtas”. Henar, por su parte, también decide apostar por Martín. Para vivir ese amor, acabarán escapando a Madrid, y ahí reaparece un potente personaje secundario: Cecilia, una voluptuosa actriz, tía de Henar con la que vivirán durante un tiempo. Las aspiraciones de Martín de convertirse en un escritor se ven frustradas, aunque trabajará como editor; y Henar, que siempre ha estado interesada en la moda, algo que podía parecer una frivolidad, demuestra tener talento como diseñadora y acaba diseñando el vestuario de grandes producciones de Hollywood. Todo podría ir bien, pero los secretos y las traiciones entran en la pareja, y la relación se daña.

No es este el final de la novela, ni mucho menos, pasan muchas más cosas e irrumpen personajes que tendrán mucho peso. Pero, y este es uno de los aspectos más interesantes del libro, conoceremos distintas versiones de esa misma relación, que liga, de alguna manera, con el crimen que aparece en las primeras páginas. Hay que destacar por tanto la pericia técnica de Izaguirre que es capaz de pasar de un narrador en primera persona a otra y de dar constantes saltos en el tiempo sin que los lectores se pierdan en ningún momento.

En esta novela de personajes, la recreación de los ambientes es también plausible: aparece la Bizkaia de los años 60, aparece el Madrid de las corralas, el Madrid de los cenáculos artísticos y el Madrid de aquel Café Gijón, donde un joven Fernando Fernán Gómez organizó un célebre certamen literario; del mismo modo, aparece la luz de Creta, y el brillo de Los Ángeles. Después de muchos inviernos, que recuerda cómo las mujeres siempre debían estar tuteladas por un hombre, es la historia de un amor, de lo que fue, y de lo que quedó, y, sobre todo, de cómo, a pesar de todos los pesares, permanece en el interior de los protagonistas.

Txani Rodríguez

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