Las verdades de Pier Paolo Pasolini

Se da estos días la circunstancia de que dos editoriales, Altamarea y Ediciones El Salmón, han publicado sendos trabajos escritos por el cineasta y escritor Pier Paolo Pasolini, que nunca antes se habían podido leer en castellano. Altamarea nos ofrece La ciudad de Dios y Ediciones El Salmón Las bellas banderas. Ambos libros se circunscriben a la, digamos, “etapa romana” de Pasolini, ya que en 1950 se trasladó a la ciudad desde el pueblo natal de su madre porque le habían denunciado por escándalo público. Además, a ello se sumó, poco después, el alejamiento dictado por el Partido Comunista. Cuando llegó a Roma con su madre, la ciudad celebraba el jubileo convocado por Pío XII, quizá por eso La ciudad de Dios se titule de ese modo. Hasta la publicación en 1955 de su célebre novela Chavales del arroyo, sobrevivió como profesor, traductor y escribiendo artículos.

Precisamente, La ciudad de Dios agrupa textos de aquellos años, relatos, reportajes periodísticos y una entrevista que concedió más tarde, en 1973, al Il Mesaggero, en la que se muestra muy decepcionado con Roma, una ciudad que llegó a amar, y con Italia en general. Tras la derrota del fascismo, el país vivió varios años de esperanzas para la renovación cultural y política, pero pasadas un par de décadas, poco quedaba de aquella efervescencia. Ese desencanto se aprecia con nitidez en el artículo Ocaso de una posguerra.  Son interesantes, a pesar de la servidumbre de la información, esos ejercicios periodísticos atravesados siempre por su mirada tan atenta ya entonces a los cambios medioambientales, por ejemplo. En los relatos incluidos en La ciudad de Dios su calidad literaria se despliega con mayor libertad, y nos muestra las vidas de un niño que se ganan la vida porteando maletas, de un vendedor de castañas, de un parado, de un pícaro que trajina con el pescado… La culpa y la salvación, la inocencia y lo doloso, conviven en estas historias con centro en la periferia.

Esa empatía, curiosidad y respeto por sus vecinos que sentía Pasolini queda patente en Las bellas banderas. Este libro es el primero de los tres volúmenes que van a recoger la correspondencia que Pasolini mantuvo con sus lectores desde 1960 a 1965 en Vie nuove, y desde 1968 hasta 1970 en Tempo. Lo cierto es que los lectores le preguntaban por lo humano y por lo divino: sobre si debían bautizar a sus hijos, sobre cómo combatir la censura, sobre la revolución cubana o sobre por qué se hizo comunista si era de una familia pudiente. A todos respondía con el mismo respeto. Hay  una carta muy entrañable de dos obreros que habían estado discutiendo sobre Victor Hugo y Dostoievsky para convenir cuál de los dos genios era mejor escritor. Como ellos no lo habían estudiado a fondo, decía el remitente, porque eran obreros, le pedían la opinión a Pasolini a quien tenían por “un escritor moderno y muy preparado”.  Ya os avanzo que el italiano prefería al ruso, pero la respuesta, el tono de la misma, merece ser leída.

Pasolini siempre fue polémico y su producción –para muchos inadecuada- se miró con lupa.  En el año 1975 lo asesinaron en unas circunstancias que jamás se esclarecieron.  Pero clara y cristalina queda su visión del mundo, una visión que se recoge tanto en La ciudad de Dios como en Las bellas banderas.

 Txani Rodríguez

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