Ramón Palomar o los malos también lloran

De repente todo el mundo se ha puesto a escribir thrillers. Esto más que una moda parece una plaga. Aunque puede que “de repente” no sea una definición adecuada porque esto es algo que se veía venir, porque tenemos a la espalda unos años de reverencia por el noir nórdico y algunos éxitos televisivos con la especialidad. Y teniendo esto en cuenta no es de extrañar que donde los ejecutivos pedían comedias ahora exijan thrillers. En la tele y en el cine, que hay que ver cómo está la cartelera. Y tengo la impresión de que algunos guionistas que han visto rechazadas sus tramas camino de la pantalla, las han remodelado para que se adapten a la letra impresa. Y así nos encontramos con una superproducción un tanto angustiosa donde no todo es bueno, donde no todo está bien escrito, donde el género negro se desdibuja en beneficio de otros subgéneros. Así que me emociono cuando me encuentro con autenticas novelas negras, con empaque, con lenguaje, con actitud.

Ramón Palomar ya había publicado una novela hace seis años titulada Sesenta kilos, con bastante retranca, violencia desatada, retratos ajustados, denuncia de la corrupción, lo que uno espera en estos casos y pocas veces se le da. Y ahora publica La gallera, muy parecida a la anterior, pero más concreta, más percutante, más rebosante de verdad. Ramón Palomar es valenciano, aunque nació en Francia, y se gana muy bien la vida trabajando en la radio y en los periódicos. Pero, de vez en cuando, se siente arrastrado al otro lado de la realidad, es decir a la ficción más real, y le da por escribir un texto como La gallera. Vamos, tenemos aquí a un asesino, un tipo que descubre que lo que mejor sabe hacer es matar al prójimo. No hay complejos, no hay culpa, no hay problema. Tenemos luego a un narcotraficante, un tipo apocadito, pero que saca el gallo que lleva dentro cuando ve que la competencia es dura y si hay que aliarse con los colombianos, que gran hallazgo los narcobeatos, para que eliminen al opositor, pues se hace y hasta la próxima. Y luego hay un policía corrupto, muy corrupto, el más corrupto, pero que también sufre porque a su padre le pegó unos tiros el asesino que citábamos antes.

No hay mucha novedad en todo esto ¿verdad? Es cierto, lo bueno está en cómo se cuenta. En principio Palomar adopta el estilo Ellroy y estructura su novela en capítulos breves, que le permiten contar muchas cosas porque lo hace con frases muy cortas que siempre aportan información y/o estilo literario. Y, al igual que el maestro estadounidense, es bastante bruto con los asuntos que aborda, tan reales, tan impactantes que nos deja sin aliento. Por cierto, alguien debería pensar en llevar esta novela a la pantalla, a no ser que los productores se dediquen a beber agua de litines en lugar de los copazos de licor seco que tanto han definido al género.

La gallera es una novela implacable, dura, sucia, que cuenta hechos reales aunque no lo anuncie, que revela la banalidad de la infamia, que pone el ojo en la cotidianidad de la iniquidad y nos hace perder la esperanza en que nuestras quejas encuentren algún día solución. Eso a pesar de que, como queda aquí claro, los malos también lloran.

Félix Linares

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