El tocho. Estados Unidos visto por Julio Camba

Hasta ahora, cuando un vecino de Nueva York quería establecer una lechería o una papelería, una casa de comidas o una tienda de flores, elegía por sí mismo el Sindicato de criminales que le ofrecía más crédito y se ponía de este modo a salvo de posibles sorpresas. El Sindicato pasaba a robarle todas las semanas la cantidad convenida, y esta operación se realizaba con tanta normalidad y tan poca violencia como el cobro de la luz o el del alquiler. A veces, aparecía por la tienda un ladrón desconocido…

  • Lo siento mucho -decía el tendero, entonces-. Pero yo me entiendo con la firma Tal. Aquí tengo precisamente el último recibo…

Y si el ladrón desconocido creía que aquella tienda entraba dentro de su zona y que su Sindicato era el único Sindicato con derecho a robarle, allá los dos Sindicatos que resolviesen el asunto por las malas o por las buenas, pero el tendero no sufría jamás violencia ninguna. Los gangs o Sindicatos de pistoleros son una de las organizaciones criminales más serias que hay en Nueva York, y el abonarse a uno de ellos ofrecía hasta ahora ventajas innumerables”.

Este es un fragmento de La ciudad autómatica de Julio Camba, uno de los grandes periodistas de la primera mitad del siglo XX, dotado de un fino humorismo y una ironía legendarios. El gallego Julio Camba escapó de casa siendo todavía un adolescente, rumbo a la Argentina, donde entró en contacto con círculos anarquistas y aprendió el oficio de escribir de forma autodidacta, publicando proclamas y panfletos revolucionarios. De vuelta en la Península, se convirtió en un fecundo articulista y uno de los más originales corresponsales de prensa del ámbito hispano, como lo atestiguan los libros sobre sus estancias en Londres, París o este que hoy les recomendamos publicado en 1934, donde se recogen sus crónicas de viajes por los Estados Unidos para el diario El Sol.

Como el propio Camba cuenta, “en la primavera del año 29 la dotación Carnegie para la Paz Internacional invitó a doce periodistas europeos a recorrer los Estados Unidos. Bajo los auspicios de una entidad tan prestigiosa no tuvimos la menor dificultad para entrar en ninguna parte. Hablamos con todo el mundo, desde el presidente Hoover al jefe de los pieles rojas de Montana”.

El resultado de ese viaje de 18.000 kilómetros es la aguda percepción de Camba de estar ante una sociedad presidida por el maquinismo y la producción en serie: la misma estandarización que Ford había introducido en la fabricación de automóviles se extiende también a los gustos, actitudes y a la forma de vida del ciudadano medio. El autor, que escribe todavía en la época de la prohibición, descubre que el gangsterismo, al que dedica páginas tan graciosas como perspicaces, cumple también una función social, la de proveer de alcohol y diversiones a una sociedad que todavía no ha desalojado al puritanismo de su conciencia.

Pero este no sería un resumen fiel sin destacar la gran protagonista del libro, Nueva York, ciudad exasperada y frenética, con su variedad de razas y de rascacielos, que tanto llaman la atención de Camba, y donde el principal peligro es “¡hacerse millonario!”.

Un libro original y divertido, con sorprendentes vueltas de tuerca a las opiniones vigentes, muy representativo del espíritu del autor, empeñado siempre en no tomarse nada en serio.

Javier Aspiazu

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