El tocho. La mujer de la arena de Kôbô Abe

Cierto día de Agosto, un hombre desapareció. Aprovechando sus vacaciones, había ido a una playa que estaba a medio día de viaje en tren, y no se volvió a saber de él. La búsqueda que emprendió la policía y los avisos en los diarios no dieron ningún resultado.

Por supuesto, los casos de desaparición de personas no resultan realmente fuera de lo común. Las estadísticas registran muchos cientos de avisos de desaparición por año. Además, la proporción de individuos encontrados es sorprendentemente pequeña. Los asesinatos y accidentes invariablemente proveen ciertas evidencias claras, y aun en casos de secuestros, los motivos, al menos para las personas emparentadas con el ausente, son dea lgún modo explicables. Pero cuando una desaparición no encaja en ninguno de estos dos casos, es dificilísimo encontrar algún indicio…”.

Así comienza La mujer de la arena de Kôbô Abe. Surgido de la generación japonesa de escritores nacidos en los años 20 del pasado siglo, entre los que se encuentran Sushaku Endo o el célebre Yukio Mishima, el autor que hoy recordamos, Kôbô Abe, fue considerado el más vanguardista de su tiempo, a partir de novelas como La pared, de 1951. Sin embargo, no es hasta la década siguiente cuando su obra alcanza repercusión internacional, con La mujer de la arena publicada en 1961, y  llevada a la pantalla cuatro años después, una adaptación cinematográfica que ganaría el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes.

El esquema argumental es sencillo: el joven entomólogo Jumpei, interesado por los insectos que viven en medios arenosos, se acerca a un pueblo costero donde, dado lo avanzado de la hora, se ve obligado a pernoctar. Los lugareños se prestan a hospedarle en una cabaña al fondo de un barranco al que solo se puede acceder bajando por una escala. En la cabaña, medio invadida por la arena, vive una mujer solitaria con la que tendrá que afrontar un destino incierto. Sin la ayuda de los aldeanos, que a partir del día siguiente solo utilizan la escala para bajarles provisiones, Jumpei y la mujer se verán forzados a palear arena constantemente para evitar ser engullidos por las paredes arenosas del barranco. Como destaca el autor, los granos de arena tienen apenas un octavo de milímetro de tamaño como media, y presentan idénticas propiedades en cualquier lugar del mundo. Su presencia masiva e inquietante supone una amenaza continua para la supervivencia.

En el barranco, las relaciones entre Jumpei y la mujer se convierten por ello en una perversa cadena de fingimientos, incluidas las tortuosas relaciones sexuales. Los desesperados intentos de huida de Jumpei son inútiles y el final de la novela, sorprendente, ilustra como pocos la paradójica condición humana y su ambiguo aprecio de la libertad.

Estamos ante una novela angustiosa, con aire de pesadilla, escrita con una prosa precisa y sobria, de la que el autor se sirve para hacer una crítica sutil de las vanas pretensiones de trascendencia del ser humano. Encontrarán La mujer de la arena de Kôbô Abe, en editorial Siruela.

Javier Aspiazu

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