Maryse Condé, raza, identidad, género y lazos familiares

Una mujer, Reynalda, aparece moribunda en un puerto de Guadalupe. La rescatan y se hace cargo de ella Ranelise, una mujer muy generosa. Pronto se sabrá que Reynalda está embarazada y dará a la luz a una niña, Marie Noelle. La madre, Reynalda, se marchará pronto a París, en busca de prosperidad, y la pequeña se cría en Guadalupe con Ranelise. A los diez años, Reynalda reclama a su hija, que con gran pesar, debe abandonar su tierra, cálida, ruidosa y sensual, para vivir en la ciudad. Reynalda, una mujer aparentemente muy dura, que ha formado una familia en Francia, no se mostrará afectuosa con la niña, que vive su infancia con una sensación honda de desarraigo. Muy joven, conocerá a un músico, con el que se establecerá en Estados Unidos.

La deseada, una novela que esconde una ironía en el título, -en realidad La Deseada es una pequeña isla antillana en la que según la leyenda la tierra es yerma- nos relata la vida de Marie Noelle, pero también de su madre, Reynalda, y de su abuela Nina, y de Ranelise, la nodriza.  Y hay en ese relato embarazos no deseados, partos muy complicados y violencia sexual. La novela, que a mí me ha procurado el mismo placer que me procuran las lecturas de los grandes clásicos, las grandes historias de sagas familiares, es, sin embargo, profundamente contemporánea porque reflexiona con lucidez sobre temas como el género, la raza y la identidad, los orígenes, más allá de los lazos familiares. El libro es tan duro como delicioso, y hay infinidad de observaciones que ponen de relieve la capacidad de profundizar en los personajes que posee la autora, Maryse Condé.

Condé nació en Guadalupe en 1937, en el seno de una familia acomodada, que vivía como los blancos ricos, algo que desagradaba a Condé. Marchó pronto a estudiar a París, y se licencio en la Sorbona, donde conoció a un actor guineano con el que se casó. Vivió dos décadas en África, continente que trató de comprender y del que escribió mucho, sobre la colonización y la descolonización, tan frustrante. Regresó a Francia en 1970, volvió a casarse y en 1976, con algo más de cuarenta años, publicó su primera novela, Heremakhonon. Su carrera, reconocida con numerosos galardones y premiada con el favor de los lectores, no había hecho más que arrancar. Por aquí, su obra se publica desde 1988; sin embargo, ha sido la editorial Impedimenta, que ya ha sacado a la luz los dos volúmenes de sus memorias, la que la ha situado en el lugar que merece en las librerías.

En 2018, cuando se anuló el Premio Nobel, la Nueva Academia le otorgó el Premio Nobel Alternativo por retratar “los estragos del colonialismo y el caos poscolonial con un lenguaje preciso y, al mismo tiempo, devastador”.

Txani Rodríguez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *