Castaño y Zapico, rememorando la vida en la cuenca

Una de las mejores cosas que ha traído la revisión del pasado a través del movimiento de la Memoria Histórica es la recuperación de esas vidas que nos hicieron mejores, y que si no se hubieran contado habrían acabado en el agujero oscuro y profundo de la Historia, ese al que van las cosas que se olvidan. De rebote ha comenzado también la recuperación de modos de vida que se están perdiendo y que marcaron a generaciones. Por ejemplo, la vida en las cuencas mineras y en especial en los valles mineros asturianos.

La periodista asturiana Aitana Castaño está recuperando esas vidas duras marcadas por una actividad terrible, la extracción del mineral en el interior de la tierra, y por unas condiciones exteriores especialmente crueles, como la de la represión franquista. Ayudado por las ilustraciones de otro asturiano de pro, Alfonso Zapico, el gran guionista y dibujante de cómics tan extraordinarios como Dublinés, Los puentes de Moscú o La Balada del Norte (un proceso en creación), Castaño ha publicado ya dos volúmenes con estas historias ficcionadas que se empapan de la realidad. El primer libro se titulaba Los niños de humo, y acontecía en los años posteriores a la Guerra Civil, y el segundo, recientemente aparecido, Carboneras nos lleva a los años sesenta y rinde homenaje a las mujeres de los valles mineros, esposas y viudas, sin las que es imposible entender ese mundo que está desapareciendo.

Las historias de Carboneras, como decimos, están marcadas por un lado por la penuria y por otro por la represión de la Guardia Civil, que es brutal, que viene de arriba y que intenta acabar con la resistencia de una comunidad que solo buscaba mejorar las condiciones de vida y de trabajo. Pero para el franquismo eran rojos y a los rojos había que tratarles con dureza. Y era imposible denunciar la violencia y las torturas que quedaban impunes, curiosamente en una época en la que el régimen se jactaba de apertura y de tiempos nuevos. Pero en las cuencas pocas cosas habían cambiado.

Aitana Castaño hace de la realidad ficción, transformando las vidas reales de miles de personas en personajes increíbles. Porque las mujeres, las carboneras, hacían de todo. Trabajaban en las tolvas eligiendo mineral, cuidaban de las casas, de los niños, de los mayores y muchas veces se cuidaban entre ellas. Las historias de este libro, que se relacionan entre sí, van formando un gran mosaico, una gran novela, en el que aparecen todo tipo de mujeres. Teresa la zapatera que huyó a Argentina. Rosa la joven que vino del sur y que dio a luz en el momento en el que su marido moría en la mina. La adolescente Tina, la gaitera, hija de un sindicalista y tan valiente como él. Charo, la anciana que organizaba la solidaridad. Maruja, la jefa de las carboneras que nunca, nunca, se dejó doblegar. Y entre estas mujeres admirables destacan dos hombres: el infame capitán Trujillo de la Guardia Civil y el honesto Don Bernardino, uno de los primeros curas-obreros, mejor dicho curas-mineros.

En este libro encontramos la narración de un accidente en la mina, como no lo habíamos leído nunca. En este libro se recoge el lenguaje, el idioma de los valles mineros, que es un asturiano marcado por los acentos y las palabras de los que vinieron de fuera, de manera muy musical. En este libro asistimos a una protesta insólita de los mineros en un concurso de talentos por un pucherazo que impidió ganar a una gaitera de los valles, la mejor entre todos. En este libro aprendemos como las mujeres lidiaban con la economía familiar durante una huelga, y también controlaban a sus maridos para que no se gastasen la paga en alcohol. En este libro asistimos a uno de los momentos de tortura y violación de una mujer, más salvajes que recordamos. En este libro leemos uno de los primeros enfrentamientos entre un cura-obrero y la autoridad, en este caso la Guardia Civil. En este libro hay tristeza, amargura y dolor, pero también amor, generosidad y solidaridad a raudales. Y en este libro hay momentos de humor desopilantes, y de jolgorio, y de fiesta… porque a pesar de todo, la vida ofrece momentos hermosos.

Nos ha gustado mucho Carboneras, como nos gustó Los niños de humo, un libro  repleto de historias que enhebran una gran novela. Y nos ha gustado mucho el epílogo dibujado por Zapico, donde se nos cuenta el futuro de algunos de los personajes principales en base a una serie de fotografías. Todo indica que nos encaminamos a una tercera entrega, quizás la de los tiempos finales de la minería, no hace tanto, cuando los pozos se cerraron tras agotarse el carbón. Nos gustaría leer ese libro. Porque estamos ante una serie que es un compendio de memoria y de buena literatura. En el futuro, cuando se vaya a estudiar esta época, estos relatos serán el complemento perfecto al relato de los historiadores. Quizás incluso más importante, porque los autores nos han acercado al alma de un tiempo y de sus gentes.

Enrique Martín

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